
viernes, 18 de junio de 2010
te contamos que....
Los chicos de séptimo grado de las escuelas 24 y 25 del Distrito 7º estamos trabajando en un proyecto de jornadas de juego colectivo...


jueves, 10 de junio de 2010
Últimos cuentos, leelos mientras buscás el gorro y la camiseta. Eso sí, no te olvides es sólo un partido de fútbol, no se juega la vida, ni el país.
Acá está la última tanda de cuentos, apúrense a leerlos que en un rato empieza el partido……….
¡¡¡¡VAMOS ARGENTINA!!! POR EL TRI!!
(Respondiendo una pregunta: los cuentos fueron buscados por los chicos y chicas de séptimo grado y revisados por el maestro de Lengua)
Van los grupos G y H
Grupo G: Costa de Marfil – Portugal – Brasil – Corea del Norte
Costa De Marfil: Mito de la creación
Muchos pueblos africanos cuentan, también, con numerosas leyendas para explicar el origen de la especie y, al propio tiempo, han elaborado curiosos mitos sobre la creación del primer hombre y de la primera mujer. La narración de los hechos aparece repleta de inventiva y fantasía:
Hubo un tiempo en que el ser superior Mulukú -en las poblaciones centroafricanas, a la deidad suprema se la conocía con el nombre de Woka- se propuso hacer brotar, de la tierra misma, a la primera pareja de la que todos descendemos. Mulukú, que dominaba el oficio de la siembra o, por mejor decir, era el sembrador por excelencia, hizo dos agujeros en el suelo. De uno surgió una mujer, del otro surgió un hombre. Ambos gozaban de la simpatía y el cariño de su hacedor y, por lo mismo, decidió enseñarles todo lo relativo a la tierra y su cultivo. Les proveyó, además, de herramientas para cavar y mullir el suelo y para cortar, o podar, árboles secos, y para clavar estacas. Puso en sus manos semillas de mijo para sembrar en la tierra y, en fin, les mostró la manera de vivir por sí mismos, sin dependencia alguna de cualesquiera otras criaturas.
Sin embargo, cuenta la leyenda que la primera pareja de nuestra especie desatendió todos los consejos que la deidad les había dado y que, por lo mismo, abandonaron las tierras, las cuales terminaron convirtiéndose en eriales y campos yermos. Y, así, la primera pareja consumó su desobediencia, con lo que su hacedor los trastocó en monos. El mito -o, por mejor decir, la fábula-, relata que Mulukú montó en cólera y arrancó la cola de los monos para ponérsela a la especie humana. Al propio tiempo ordenó a los monos que fueran humanos y a los humanos que fueran monos; depositó en éstos su confianza, mientras que se la retiraba a los humanos. Y dijo a los monos: "Sed humanos". Y a los humanos: "Sed monos".
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Brasil: Yací y su muñeca - leyenda de Brasil
Yací viva con sus padres en un poblado llamado Caximbo, justo en medio de la gran selva brasilera.
Yací tenía una muñeca que no era como las demás, ya que se le había echo ella misma con una mazorca de maíz. La había vestido con sus hojas (ahora ya amarillas) de la misma planta de maíz.
Ella quería muchísimo a su muñeca, ¡no la dejaba ni un instante! Y ¿sabéis cuál era el nombre de la muñeca? Se llamaba Curumi.
Yací y Curumi se pasaban el día jugando..... La bañaba, la vestía, la balanceaba suavemente en la hamaca y la llevaba con ella a todas partes.
Pero jugaba tanto que no ayudaba nunca a sus padres en las tareas del día a día, limpiar, cocinar, ir a buscar agua, ir a por comida...
Los días eran muy largos y los padres estaban muy cansados pero ni con esas Yací ayudaba a sus padres.
Un día la mama de Yací la llamaba para que fuera a ayudarla a hacer las tareas de casa:
-¡Yací! ¡Yací! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer , por favor¡
Entonces ese día se enfado con Yací y le dijo:
-Te quitaré la muñeca.
La mamá sólo se lo decía para ver si le hacía caso, pero Yací se asustó. Cogió a Curumi del brazo y se metió a andar por la selva, camino un rato largo. Quería proteger a su compañera de juego, a su querida Curumi. Pensó en esconderla, pero no sabía en donde...
Caminando y pensando un buen escondite para Curumi llegó al río, había una zona despejada muy cerca de donde iba siempre a bañarse todas las mañanas con sus padres y pensó que sería un buen sitio ya que podría venir a jugar con ella algunos ratos cada día.
Allí encontró a su amiga la tortuga que le preguntó:
-¿que buscas por aquí, Yací?
-Un buen escondite para Curumi
-¡Es muy fácil!- comentó la tortuga- ¡haz como yo! Cav en la arena y entonces escondo los huevos.
Yací empezó a cavar con sus delicadas manos y hizo un hoyo muy parecido al de su amiga tortuga, dentro colocó a Curumi entre la arena caliente. La cubrió hasta los hombros y disimuló el lugar cubriéndolo con hojas y ramitas para que no fuese descubierto.
-No te preocupes -dijo la tortuga- mientras vigilo mis huevos no me importa vigilar tu muñeca también.
Entonces tomó el camino de vuelta a casa.
Y llegó la temporada de lluvias, llovía a cántaros… paso bastante tiempo en el que Yací no pudo salir de casa para ir a ver a Curumi.
Hasta que un día, por fin, la pequeña Yací pudo salir a buscar a su querida Currumi, pero había llovido tanto que la forma del río había cambiado y ya no podía saber donde estaba su muñeca.
Buscó y buscó y no encontró ni un rastro de su muñeca. Cuando de pronto volvió a ver a su amiga la tortuga, con unas pequeñas tortuguitas que la rodeaban para aprender a nadar.
La tortuga acompañó a su amiga hasta el escondite donde había dejado la muñeca. Pero solo pudo ver dos pequeñas hojitas que asomaban entre la arena, como si fuesen dos pequeñas manos verdes.
Yací se arrodillo para verlas de cerca.
-No llores, pequeña- dijo la tortuga- estas hojitas son tu Curumi. Crecerán y se volverán una planta fuerte y muy grande. Entonces te ofrecerá muchas mas mazorcas. Ven a buscarlas en el verano, entonces Yací volvió para ver si la tortuga tenía razón. Cuando llego al lugar encontró una planta inmensa llena de mazorcas de maíz iguales a Curumi.
Yací tomó una, la vistió y preparó una muñeca que era la misma Curumi. Y había más de dos, tres, cuatro, cinco y más todavía... Las recogió y la llevó a su madre que preparó una rica tarta de maíz.
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Corea del Norte: El monje y el guerrero
Un guerrero fue a ver al maestro zen Hakuin Ekaku y le preguntó: ¿Existe el infierno?, ¿Existe el cielo?, ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos?, ¿Por dónde puedo entrar?” Era un guerrero sencillo, los guerreros suelen ser sencillos, sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender ninguna doctrina, sólo quería saber dónde estaban las puertas para poder evitar el infierno y entrar al cielo. El maestro Hakuin le respondió de manera que un guerrero pudiese entender. “¿Quién eres?”, le preguntó Hakuin. “Soy un Samurai”, le respondió el guerrero, “Hasta el Emperador me respeta”, agregó. Hakuin se río y contestó: “¿Un Samurai tú?, pareces un mendigo”. El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Desenfundó su espada y cuando ya estaba a punto de decapitar al maestro, éste le dijo: “Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta.” Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Enfundó su espada y Hakuin dijo, señalándose la cabeza: “Aquí se abren las puertas del cielo”. La mente es el cielo, la mente es el infierno, y la mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Pero la gente sigue pensando que existen en alguna parte, fuera de ellos mismos. El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren… en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo”.
P.D.: No cito la fuente de donde he sacado la historia porque existen muchas páginas donde aparece y sería prácticamente imposible saber quien ha copiado de quien.
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Grupo H: Honduras – Chile – España – Suiza
Honduras: Dinosaurio – Augusto Monterroso
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí."
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Chile: Aquel encuentro - Isabel Lipthay
Sabía que él estaba muerto pero de todos modos se sentó a su mesa para quizás conversar, sólo si él quería, claro. No tenía la certeza de si los muertos hablaban o no con los vivos; a lo más, que se aparecían en sueños y eso. Pero esta vez él estaba sentado allí fumando con fervor mientras leía el diario y ella estaba despierta y era la única en aquel café que lo sabía. Se veía alto y tenía aquel rostro que siempre se negó a envejecer. Desde su adolescencia había visto las fotos en las contratapas de sus libros cuando era obligatorio leerlos en el colegio. Se decía que era una enfermedad, eso de la no vejez.Había una cierta sin prisa en aquel encuentro fortuito, ella lo presentía sin saber por qué. Al sentarse, ella se dio cuenta de que los cordones de sus propios zapatos estaban sueltos. Se agachó y se los abrochó parsimoniosamente, saboreando de antemano la presencia de aquel hombre que sin haberlo visto antes había marcado tantos momentos en su vida. Los cordones estaban en su sitio; ahora debía enderezarse en la silla ¿y entonces? Todo el aplomo del primer impulso se desarmó en su interior. ¿Cómo abordar a un muerto célebre sentado al frente en la propia mesa? No se le ocurrió absolutamente nada. Simplemente se enderezó y se lo quedó mirando seria, las manos sobre la falda. El seguía concentrado en un artículo y tanteando a ciegas una taza de café con una mano, bebiendo de vez en cuando sin quitar la vista de su lectura. Después de beber, repetía el tanteo en dirección al cenicero. Todos los movimientos los hacía con calmada precisión, sin volcar jamás la taza ni tomar el cigarrillo al revés. ¿Tendría dinero en el bolsillo? ¿Desaparecería de pronto, sin pagar? Su ropa se veía en estado normal, y claro, no era de esos que planchan o dejan planchar sus camisas y pantalones, lo sabía, pero estaba todo en orden, las telas un poco gastadas, descuidadas pero nobles, limpias, de buena calidad. Perdió de a poco la timidez y siguió observándolo casi con descaro. ¿Cómo serían los zapatos de un muerto? Se agachó otra vez. Los pies grandes calzaban unas viejas sandalias de cuero café, cómodas, anchas. Al enderezarse otra vez le llegó una bocanada de humo en pleno rostro. Ella comenzó a toser. El hombre la miró doblando el diario:-¡Disculpe, por favor!Puso el cigarrillo en la otra mano visiblemente confundido, mirándola una vez más de reojo. Ella sonrió levemente y apartó la vista llamando al camarero. Pidió un jugo de naranjas. El siguió leyendo y repitiendo la ceremonia anterior de tres acciones al mismo tiempo, diario, fumar, beber, sin confundirse de sitio aunque hubiera cambiado el cigarrillo de mano. Estaba perpleja. Comenzó a sentir algo parecido al miedo mientras el mozo depositaba el vaso al frente y ella bebía el jugo a pequeños sorbos, parapetada en un rincón de sí misma, imaginando su propia muerte. Allí estaba. Quería preguntarle, contarle tantas cosas. Los sueños que en ella había despertado, los sentimientos revolucionarios, la bohemia en París que no conocía, los regresos a Buenos Aires, preguntarle acerca de su sentimiento de identidad, etc. etc. y sobre todo, cómo era eso de estar muerto y ver el mundo desde esa visión. En eso cayó en la cuenta que “disculpe, por favor” se lo había dicho en castellano y eso que estaban en Francia. ¿Sabía él quién era ella, o sería por lo morena, el pelo oscuro, que supo que era latina? ¿O es que pese a los muchos años que vivió en París, se negaba a hablar francés? Conocía a muchos latinos así. Ella carraspeó y aventuró a murmurar:-Los juegos en el cementerio los puedo hacer yo solo. El dobló el diario lentamente y la miró divertido.-¡Ah! Mi personaje Oliveira y sus juegos. Tiene usted buena memoria. De los libros que escribí es el que más quiero...Entonces su expresión se volvió seria sin dejar de mirarla, mientras ella trataba de disimular que temblaba.Dejó de temblar.¿Cómo es...?Se interrumpió.¿Cómo es qué? ¿Mi estado?Ella asintió.¿Realmente nada?¡Pero usted está hablando conmigo!¡Sht!El miró alrededor y bajó la voz. El miró de pronto su reloj. Su rostro se alteró.¿Puedo verlo otra vez?Se levantó. Bebió el café hasta el último sorbo. Le dio la mano y sujetó la suya por un largo instante. Era grande y cálida.¿Cómo lo sabe?En aquel instante supo que no había casualidades.
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España: Los tres hermanos - Ángel L. Blanco.
Estos hechos acontecieron hace algunos años en las cercanías de Bétera, un pueblo valenciano en el que antiguamente había un manicomio. En él se encontraban personas enfermas de distintos males psíquicos (trastornos en la personalidad, psicosis, paranoias,...) pero uno de sus pabellones estaba destinado en exclusiva a criminales ya que los jueces en alguno casos habían decidido que era mejor que dichos criminales entrasen en una institución donde podían tratar sus problemas mentales antes que en la cárcel donde seguramente lo único que se conseguiría es agravarlos.
A unos quince kilómetros del psiquiátrico vivían los hermanos García. Eran tres hermanos que se dedicaban al cuidado de unas pequeñas tierras que habían heredado de sus antepasados, los cuales siempre habían vivido por la zona.
Juan, que así se llamaba el menor de los hermanos siempre iba acompañado de su fiel perra Laika, que era un pastor alemán precioso que se habían encontrado perdida por una carretera cercana.
Los tres hermanos compartían una humilde casa de labradores con una sola habitación en la que habían colocado tres literas, un minúsculo aseo y una cocina de leña, típica de las zonas rurales. El poco tiempo libre del que disponían, pues como de todos es sabido a las labores del campo hay que dedicarles muchas horas, lo pasaban en un pequeño comedor en el centro de la vivienda jugando a las cartas o escuchando un viejo transistor que tenían sobre la repisa de la chimenea.
Una tarde de otoño después de haber pasado todo el día en el campo se dispusieron a volver a casa y cocinar unas patatas con un poco de carne que habían comprado hace unos días en el pueblo. Una vez en casa mientras Pedro preparaba la cena para Juan y para Román que era el mayor de los hermanos, escucharon por la radio que Ricardo Ruiz Pérez se había fugado del psiquiátrico de Bétera y que podía andar por los alrededores.
Ricardo Ruiz era un peligroso psicópata, al cual encerraron por el asesinato de cinco menores. Tardaron varios meses en descubrir los hechos pues él solía descuartizar a sus víctimas y echárselas de comer a una jauría de perros que tenía en una finca de Murcia. Los asesinatos de Ricardo fueron muy seguidos por el pueblo español ya que entre sus víctimas se encontraban tres hermanas de una misma familia y esto conmocionó a la opinión publica.
Los tres hermanos se sintieron angustiados por la noticia ya que ellos como el resto de españoles había seguido las fechorías de Ricardo. Durante la cena el tema de tertulia fue el recuerdo de los asesinatos y la poca seguridad que había en el psiquiátrico, ya que era incomprensible que se hubiese podido escapar un asesino como éste.
Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, a la que le encantaba que Juan por las noches antes de dormir le rascase el lomo y ella como muestra de cariño le lamía siempre la mano.
Media hora más tarde estaban ya todos acostados y prácticamente dormidos por el cansancio acumulado del día anterior. Pasaron las horas y de repente algo sobresaltó a Juan, había escuchado como el chirriar de la puerta, se mantuvo expectante durante unos segundos y luego introdujo su mano debajo de la cama para acariciar a su fiel amiga, ésta se lo agradeció como de costumbre, con unos lametones en la mano, esto tranquilizó a Juan ya que si alguien intentase entrar en la casa ella sería la primera en darse cuenta y se volvió a dormir profundamente.
Pasaron las horas y por la ventana del cuarto comenzaban a entrar los primeros rayos de luz a la diminuta estancia. Pero más que la luz del sol lo que despertó a Juan fueron unas pequeñas gotas que caían sobre su rostro. Abrió poco a poco los ojos mientras se llevaba las manos al rostro donde notaba que caían las gotas y noto que tenían un tacto espeso, cuando finalmente abrió los ojos vio que esas gotas procedían del colchón de Román y que ese color rojizo que desprendían sólo podía ser sangre.
Se levantó de un salto de la cama y miró a su hermano Román, se quedó paralizado de terror, estaba amordazado y con una infinidad de cuchilladas en su cuerpo y sobre él también caían gotas de sangre provenientes del colchón superior donde un cuchillo atravesaba el cuello de su hermano Pedro.
Juan, incrédulo ante la barbarie que estaba presenciando, se arrodilló en el suelo llorando y allí pudo encontrar a su querida perra Laika con el morro atado y muerta y entre sus patas una nota ensangrentada donde se podía leer " LOS LOCOS TAMBIÉN SABEMOS LAMER ".
Juan, aterrado, notificó los hechos a la policía diciendo que Ricardo Ruiz había asesinado a sus hermanos y a su perra, pero la policía no le creyó.
Juan fue acusado del asesinato de sus hermanos en un desdoblamiento de personalidad y encerrado durante veinte años en el psiquiátrico de Bétera, donde pudo averiguar que Ricardo había sido detenido dos horas después de su fuga en una carretera con dirección a Barcelona.
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Suiza: El agujero en la manga – Anónimo suizo
El muchacho de quien hemos de contar ahora tenía un gran agujero en la manga. Esto le daba tanta vergüenza, que en la escuela no le era posible prestar en absoluto atención a las explicaciones del maestro.
Su madre no podía remendárselo; trabajaba lejos, en casa de gente extraña.
En su apuro se dirigió el chiquillo a las muchachas y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las muchachas, ocupadas en jugar al escondite, no tenían tiempo para ello.
Entonces se dirigió el muchacho a las mujeres y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las mujeres tenían que lavar los platos, y así le contestaron.
-¡Vuelve mañana!
Pero el muchacho no se atrevió a ir de nuevo a la escuela con el agujero en la manga. Se ocultó detrás de la escuela, y se encaminó presuroso al bosque. Miró hacia el tierno follaje de primavera y preguntó al cielo azul:
-¿Quién me zurcirá mi juboncillo?
Entonces, ante sus narices, descendió una araña a lo largo de un hilo. El muchacho recordó, al verla, una cancioncilla que le habían enseñado en la escuela:
¡Oh araña de larga patita! Es tu hilo como seda finita.
Ligero, añadió a la canción:
Zúrceme tú, araña, por favor el agujero de mi jubón, para que yo, ¡ay, pobre de mí! pueda a la escuela hoy asistir.
La araña se deslizó por su hilo hasta el chiquillo y contempló con atención el gran agujero de la manga. Ágilmente corrió de un lado a otro y anudó, de arriba abajo, firmemente, los hilos. Luego corrió en círculo alrededor del agujero, cien veces quizás, y no cesó de enlazar hilo con hilo, hasta que todo el agujero quedó oculto por ellos, magníficamente entrelazados.
-¿Cuánto tiempo durará el zurcido? preguntó el chiquillo.
La araña no pudo darle ninguna respuesta; pero el cuclillo pasó volando sobre la cabeza del muchacho y cantó repetidamente:
-¡Cu-cú! ¡cu-cú! ¡cu-cú!
-¿Tres años? –exclamó gozoso el chiquillo-. ¡Qué alegre estoy!
Se encaminó presuroso a la escuela y llegó a tiempo para la lección.
¡Qué maravillosamente podía ahora atender! Ni una sola palabra del maestro se dejaba perder el chiquillo; pues, no teniendo ya ningún agujero en la manga, tampoco tenía ya por qué avergonzarse.
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¡¡¡¡VAMOS ARGENTINA!!! POR EL TRI!!
(Respondiendo una pregunta: los cuentos fueron buscados por los chicos y chicas de séptimo grado y revisados por el maestro de Lengua)
Van los grupos G y H
Grupo G: Costa de Marfil – Portugal – Brasil – Corea del Norte
Costa De Marfil: Mito de la creación
Muchos pueblos africanos cuentan, también, con numerosas leyendas para explicar el origen de la especie y, al propio tiempo, han elaborado curiosos mitos sobre la creación del primer hombre y de la primera mujer. La narración de los hechos aparece repleta de inventiva y fantasía:
Hubo un tiempo en que el ser superior Mulukú -en las poblaciones centroafricanas, a la deidad suprema se la conocía con el nombre de Woka- se propuso hacer brotar, de la tierra misma, a la primera pareja de la que todos descendemos. Mulukú, que dominaba el oficio de la siembra o, por mejor decir, era el sembrador por excelencia, hizo dos agujeros en el suelo. De uno surgió una mujer, del otro surgió un hombre. Ambos gozaban de la simpatía y el cariño de su hacedor y, por lo mismo, decidió enseñarles todo lo relativo a la tierra y su cultivo. Les proveyó, además, de herramientas para cavar y mullir el suelo y para cortar, o podar, árboles secos, y para clavar estacas. Puso en sus manos semillas de mijo para sembrar en la tierra y, en fin, les mostró la manera de vivir por sí mismos, sin dependencia alguna de cualesquiera otras criaturas.
Sin embargo, cuenta la leyenda que la primera pareja de nuestra especie desatendió todos los consejos que la deidad les había dado y que, por lo mismo, abandonaron las tierras, las cuales terminaron convirtiéndose en eriales y campos yermos. Y, así, la primera pareja consumó su desobediencia, con lo que su hacedor los trastocó en monos. El mito -o, por mejor decir, la fábula-, relata que Mulukú montó en cólera y arrancó la cola de los monos para ponérsela a la especie humana. Al propio tiempo ordenó a los monos que fueran humanos y a los humanos que fueran monos; depositó en éstos su confianza, mientras que se la retiraba a los humanos. Y dijo a los monos: "Sed humanos". Y a los humanos: "Sed monos".
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Brasil: Yací y su muñeca - leyenda de Brasil
Yací viva con sus padres en un poblado llamado Caximbo, justo en medio de la gran selva brasilera.
Yací tenía una muñeca que no era como las demás, ya que se le había echo ella misma con una mazorca de maíz. La había vestido con sus hojas (ahora ya amarillas) de la misma planta de maíz.
Ella quería muchísimo a su muñeca, ¡no la dejaba ni un instante! Y ¿sabéis cuál era el nombre de la muñeca? Se llamaba Curumi.
Yací y Curumi se pasaban el día jugando..... La bañaba, la vestía, la balanceaba suavemente en la hamaca y la llevaba con ella a todas partes.
Pero jugaba tanto que no ayudaba nunca a sus padres en las tareas del día a día, limpiar, cocinar, ir a buscar agua, ir a por comida...
Los días eran muy largos y los padres estaban muy cansados pero ni con esas Yací ayudaba a sus padres.
Un día la mama de Yací la llamaba para que fuera a ayudarla a hacer las tareas de casa:
-¡Yací! ¡Yací! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer , por favor¡
Entonces ese día se enfado con Yací y le dijo:
-Te quitaré la muñeca.
La mamá sólo se lo decía para ver si le hacía caso, pero Yací se asustó. Cogió a Curumi del brazo y se metió a andar por la selva, camino un rato largo. Quería proteger a su compañera de juego, a su querida Curumi. Pensó en esconderla, pero no sabía en donde...
Caminando y pensando un buen escondite para Curumi llegó al río, había una zona despejada muy cerca de donde iba siempre a bañarse todas las mañanas con sus padres y pensó que sería un buen sitio ya que podría venir a jugar con ella algunos ratos cada día.
Allí encontró a su amiga la tortuga que le preguntó:
-¿que buscas por aquí, Yací?
-Un buen escondite para Curumi
-¡Es muy fácil!- comentó la tortuga- ¡haz como yo! Cav en la arena y entonces escondo los huevos.
Yací empezó a cavar con sus delicadas manos y hizo un hoyo muy parecido al de su amiga tortuga, dentro colocó a Curumi entre la arena caliente. La cubrió hasta los hombros y disimuló el lugar cubriéndolo con hojas y ramitas para que no fuese descubierto.
-No te preocupes -dijo la tortuga- mientras vigilo mis huevos no me importa vigilar tu muñeca también.
Entonces tomó el camino de vuelta a casa.
Y llegó la temporada de lluvias, llovía a cántaros… paso bastante tiempo en el que Yací no pudo salir de casa para ir a ver a Curumi.
Hasta que un día, por fin, la pequeña Yací pudo salir a buscar a su querida Currumi, pero había llovido tanto que la forma del río había cambiado y ya no podía saber donde estaba su muñeca.
Buscó y buscó y no encontró ni un rastro de su muñeca. Cuando de pronto volvió a ver a su amiga la tortuga, con unas pequeñas tortuguitas que la rodeaban para aprender a nadar.
La tortuga acompañó a su amiga hasta el escondite donde había dejado la muñeca. Pero solo pudo ver dos pequeñas hojitas que asomaban entre la arena, como si fuesen dos pequeñas manos verdes.
Yací se arrodillo para verlas de cerca.
-No llores, pequeña- dijo la tortuga- estas hojitas son tu Curumi. Crecerán y se volverán una planta fuerte y muy grande. Entonces te ofrecerá muchas mas mazorcas. Ven a buscarlas en el verano, entonces Yací volvió para ver si la tortuga tenía razón. Cuando llego al lugar encontró una planta inmensa llena de mazorcas de maíz iguales a Curumi.
Yací tomó una, la vistió y preparó una muñeca que era la misma Curumi. Y había más de dos, tres, cuatro, cinco y más todavía... Las recogió y la llevó a su madre que preparó una rica tarta de maíz.
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Corea del Norte: El monje y el guerrero
Un guerrero fue a ver al maestro zen Hakuin Ekaku y le preguntó: ¿Existe el infierno?, ¿Existe el cielo?, ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos?, ¿Por dónde puedo entrar?” Era un guerrero sencillo, los guerreros suelen ser sencillos, sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender ninguna doctrina, sólo quería saber dónde estaban las puertas para poder evitar el infierno y entrar al cielo. El maestro Hakuin le respondió de manera que un guerrero pudiese entender. “¿Quién eres?”, le preguntó Hakuin. “Soy un Samurai”, le respondió el guerrero, “Hasta el Emperador me respeta”, agregó. Hakuin se río y contestó: “¿Un Samurai tú?, pareces un mendigo”. El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Desenfundó su espada y cuando ya estaba a punto de decapitar al maestro, éste le dijo: “Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta.” Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Enfundó su espada y Hakuin dijo, señalándose la cabeza: “Aquí se abren las puertas del cielo”. La mente es el cielo, la mente es el infierno, y la mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Pero la gente sigue pensando que existen en alguna parte, fuera de ellos mismos. El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren… en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo”.
P.D.: No cito la fuente de donde he sacado la historia porque existen muchas páginas donde aparece y sería prácticamente imposible saber quien ha copiado de quien.
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Grupo H: Honduras – Chile – España – Suiza
Honduras: Dinosaurio – Augusto Monterroso
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí."
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Chile: Aquel encuentro - Isabel Lipthay
Sabía que él estaba muerto pero de todos modos se sentó a su mesa para quizás conversar, sólo si él quería, claro. No tenía la certeza de si los muertos hablaban o no con los vivos; a lo más, que se aparecían en sueños y eso. Pero esta vez él estaba sentado allí fumando con fervor mientras leía el diario y ella estaba despierta y era la única en aquel café que lo sabía. Se veía alto y tenía aquel rostro que siempre se negó a envejecer. Desde su adolescencia había visto las fotos en las contratapas de sus libros cuando era obligatorio leerlos en el colegio. Se decía que era una enfermedad, eso de la no vejez.Había una cierta sin prisa en aquel encuentro fortuito, ella lo presentía sin saber por qué. Al sentarse, ella se dio cuenta de que los cordones de sus propios zapatos estaban sueltos. Se agachó y se los abrochó parsimoniosamente, saboreando de antemano la presencia de aquel hombre que sin haberlo visto antes había marcado tantos momentos en su vida. Los cordones estaban en su sitio; ahora debía enderezarse en la silla ¿y entonces? Todo el aplomo del primer impulso se desarmó en su interior. ¿Cómo abordar a un muerto célebre sentado al frente en la propia mesa? No se le ocurrió absolutamente nada. Simplemente se enderezó y se lo quedó mirando seria, las manos sobre la falda. El seguía concentrado en un artículo y tanteando a ciegas una taza de café con una mano, bebiendo de vez en cuando sin quitar la vista de su lectura. Después de beber, repetía el tanteo en dirección al cenicero. Todos los movimientos los hacía con calmada precisión, sin volcar jamás la taza ni tomar el cigarrillo al revés. ¿Tendría dinero en el bolsillo? ¿Desaparecería de pronto, sin pagar? Su ropa se veía en estado normal, y claro, no era de esos que planchan o dejan planchar sus camisas y pantalones, lo sabía, pero estaba todo en orden, las telas un poco gastadas, descuidadas pero nobles, limpias, de buena calidad. Perdió de a poco la timidez y siguió observándolo casi con descaro. ¿Cómo serían los zapatos de un muerto? Se agachó otra vez. Los pies grandes calzaban unas viejas sandalias de cuero café, cómodas, anchas. Al enderezarse otra vez le llegó una bocanada de humo en pleno rostro. Ella comenzó a toser. El hombre la miró doblando el diario:-¡Disculpe, por favor!Puso el cigarrillo en la otra mano visiblemente confundido, mirándola una vez más de reojo. Ella sonrió levemente y apartó la vista llamando al camarero. Pidió un jugo de naranjas. El siguió leyendo y repitiendo la ceremonia anterior de tres acciones al mismo tiempo, diario, fumar, beber, sin confundirse de sitio aunque hubiera cambiado el cigarrillo de mano. Estaba perpleja. Comenzó a sentir algo parecido al miedo mientras el mozo depositaba el vaso al frente y ella bebía el jugo a pequeños sorbos, parapetada en un rincón de sí misma, imaginando su propia muerte. Allí estaba. Quería preguntarle, contarle tantas cosas. Los sueños que en ella había despertado, los sentimientos revolucionarios, la bohemia en París que no conocía, los regresos a Buenos Aires, preguntarle acerca de su sentimiento de identidad, etc. etc. y sobre todo, cómo era eso de estar muerto y ver el mundo desde esa visión. En eso cayó en la cuenta que “disculpe, por favor” se lo había dicho en castellano y eso que estaban en Francia. ¿Sabía él quién era ella, o sería por lo morena, el pelo oscuro, que supo que era latina? ¿O es que pese a los muchos años que vivió en París, se negaba a hablar francés? Conocía a muchos latinos así. Ella carraspeó y aventuró a murmurar:-Los juegos en el cementerio los puedo hacer yo solo. El dobló el diario lentamente y la miró divertido.-¡Ah! Mi personaje Oliveira y sus juegos. Tiene usted buena memoria. De los libros que escribí es el que más quiero...Entonces su expresión se volvió seria sin dejar de mirarla, mientras ella trataba de disimular que temblaba.Dejó de temblar.¿Cómo es...?Se interrumpió.¿Cómo es qué? ¿Mi estado?Ella asintió.¿Realmente nada?¡Pero usted está hablando conmigo!¡Sht!El miró alrededor y bajó la voz. El miró de pronto su reloj. Su rostro se alteró.¿Puedo verlo otra vez?Se levantó. Bebió el café hasta el último sorbo. Le dio la mano y sujetó la suya por un largo instante. Era grande y cálida.¿Cómo lo sabe?En aquel instante supo que no había casualidades.
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España: Los tres hermanos - Ángel L. Blanco.
Estos hechos acontecieron hace algunos años en las cercanías de Bétera, un pueblo valenciano en el que antiguamente había un manicomio. En él se encontraban personas enfermas de distintos males psíquicos (trastornos en la personalidad, psicosis, paranoias,...) pero uno de sus pabellones estaba destinado en exclusiva a criminales ya que los jueces en alguno casos habían decidido que era mejor que dichos criminales entrasen en una institución donde podían tratar sus problemas mentales antes que en la cárcel donde seguramente lo único que se conseguiría es agravarlos.
A unos quince kilómetros del psiquiátrico vivían los hermanos García. Eran tres hermanos que se dedicaban al cuidado de unas pequeñas tierras que habían heredado de sus antepasados, los cuales siempre habían vivido por la zona.
Juan, que así se llamaba el menor de los hermanos siempre iba acompañado de su fiel perra Laika, que era un pastor alemán precioso que se habían encontrado perdida por una carretera cercana.
Los tres hermanos compartían una humilde casa de labradores con una sola habitación en la que habían colocado tres literas, un minúsculo aseo y una cocina de leña, típica de las zonas rurales. El poco tiempo libre del que disponían, pues como de todos es sabido a las labores del campo hay que dedicarles muchas horas, lo pasaban en un pequeño comedor en el centro de la vivienda jugando a las cartas o escuchando un viejo transistor que tenían sobre la repisa de la chimenea.
Una tarde de otoño después de haber pasado todo el día en el campo se dispusieron a volver a casa y cocinar unas patatas con un poco de carne que habían comprado hace unos días en el pueblo. Una vez en casa mientras Pedro preparaba la cena para Juan y para Román que era el mayor de los hermanos, escucharon por la radio que Ricardo Ruiz Pérez se había fugado del psiquiátrico de Bétera y que podía andar por los alrededores.
Ricardo Ruiz era un peligroso psicópata, al cual encerraron por el asesinato de cinco menores. Tardaron varios meses en descubrir los hechos pues él solía descuartizar a sus víctimas y echárselas de comer a una jauría de perros que tenía en una finca de Murcia. Los asesinatos de Ricardo fueron muy seguidos por el pueblo español ya que entre sus víctimas se encontraban tres hermanas de una misma familia y esto conmocionó a la opinión publica.
Los tres hermanos se sintieron angustiados por la noticia ya que ellos como el resto de españoles había seguido las fechorías de Ricardo. Durante la cena el tema de tertulia fue el recuerdo de los asesinatos y la poca seguridad que había en el psiquiátrico, ya que era incomprensible que se hubiese podido escapar un asesino como éste.
Sobre las diez de la noche se prepararon todos para ir a dormir. En la habitación Pedro dormía en la litera superior, Román en la del centro y Juan en la de abajo. Debajo de la litera de Juan dormía Laika, a la que le encantaba que Juan por las noches antes de dormir le rascase el lomo y ella como muestra de cariño le lamía siempre la mano.
Media hora más tarde estaban ya todos acostados y prácticamente dormidos por el cansancio acumulado del día anterior. Pasaron las horas y de repente algo sobresaltó a Juan, había escuchado como el chirriar de la puerta, se mantuvo expectante durante unos segundos y luego introdujo su mano debajo de la cama para acariciar a su fiel amiga, ésta se lo agradeció como de costumbre, con unos lametones en la mano, esto tranquilizó a Juan ya que si alguien intentase entrar en la casa ella sería la primera en darse cuenta y se volvió a dormir profundamente.
Pasaron las horas y por la ventana del cuarto comenzaban a entrar los primeros rayos de luz a la diminuta estancia. Pero más que la luz del sol lo que despertó a Juan fueron unas pequeñas gotas que caían sobre su rostro. Abrió poco a poco los ojos mientras se llevaba las manos al rostro donde notaba que caían las gotas y noto que tenían un tacto espeso, cuando finalmente abrió los ojos vio que esas gotas procedían del colchón de Román y que ese color rojizo que desprendían sólo podía ser sangre.
Se levantó de un salto de la cama y miró a su hermano Román, se quedó paralizado de terror, estaba amordazado y con una infinidad de cuchilladas en su cuerpo y sobre él también caían gotas de sangre provenientes del colchón superior donde un cuchillo atravesaba el cuello de su hermano Pedro.
Juan, incrédulo ante la barbarie que estaba presenciando, se arrodilló en el suelo llorando y allí pudo encontrar a su querida perra Laika con el morro atado y muerta y entre sus patas una nota ensangrentada donde se podía leer " LOS LOCOS TAMBIÉN SABEMOS LAMER ".
Juan, aterrado, notificó los hechos a la policía diciendo que Ricardo Ruiz había asesinado a sus hermanos y a su perra, pero la policía no le creyó.
Juan fue acusado del asesinato de sus hermanos en un desdoblamiento de personalidad y encerrado durante veinte años en el psiquiátrico de Bétera, donde pudo averiguar que Ricardo había sido detenido dos horas después de su fuga en una carretera con dirección a Barcelona.
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Suiza: El agujero en la manga – Anónimo suizo
El muchacho de quien hemos de contar ahora tenía un gran agujero en la manga. Esto le daba tanta vergüenza, que en la escuela no le era posible prestar en absoluto atención a las explicaciones del maestro.
Su madre no podía remendárselo; trabajaba lejos, en casa de gente extraña.
En su apuro se dirigió el chiquillo a las muchachas y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las muchachas, ocupadas en jugar al escondite, no tenían tiempo para ello.
Entonces se dirigió el muchacho a las mujeres y les dijo:
-¿Quién quiere zurcirme mi juboncillo?
Pero las mujeres tenían que lavar los platos, y así le contestaron.
-¡Vuelve mañana!
Pero el muchacho no se atrevió a ir de nuevo a la escuela con el agujero en la manga. Se ocultó detrás de la escuela, y se encaminó presuroso al bosque. Miró hacia el tierno follaje de primavera y preguntó al cielo azul:
-¿Quién me zurcirá mi juboncillo?
Entonces, ante sus narices, descendió una araña a lo largo de un hilo. El muchacho recordó, al verla, una cancioncilla que le habían enseñado en la escuela:
¡Oh araña de larga patita! Es tu hilo como seda finita.
Ligero, añadió a la canción:
Zúrceme tú, araña, por favor el agujero de mi jubón, para que yo, ¡ay, pobre de mí! pueda a la escuela hoy asistir.
La araña se deslizó por su hilo hasta el chiquillo y contempló con atención el gran agujero de la manga. Ágilmente corrió de un lado a otro y anudó, de arriba abajo, firmemente, los hilos. Luego corrió en círculo alrededor del agujero, cien veces quizás, y no cesó de enlazar hilo con hilo, hasta que todo el agujero quedó oculto por ellos, magníficamente entrelazados.
-¿Cuánto tiempo durará el zurcido? preguntó el chiquillo.
La araña no pudo darle ninguna respuesta; pero el cuclillo pasó volando sobre la cabeza del muchacho y cantó repetidamente:
-¡Cu-cú! ¡cu-cú! ¡cu-cú!
-¿Tres años? –exclamó gozoso el chiquillo-. ¡Qué alegre estoy!
Se encaminó presuroso a la escuela y llegó a tiempo para la lección.
¡Qué maravillosamente podía ahora atender! Ni una sola palabra del maestro se dejaba perder el chiquillo; pues, no teniendo ya ningún agujero en la manga, tampoco tenía ya por qué avergonzarse.
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se va la tercera...
Caramba, caramba, se nos viene el mundial encima; así queeeeeeee…………..
Va la tercera tanda de cuentos, los grupos E y F.
Un detalle, el cuento de Paraguay lo ponemos en Guaraní, en unos días una alumna de séptimo grado, María José Ayala nos terminará la traducción.
Grupo E: Holanda – Dinamarca – Japón – Camerún
Holanda: Una aclaración, acá en vez de un cuento, tenemos una pincelada escrita por un funcionario holandés. Nos cuenta un poco de su país y nos deja su opinión sobre el próximo mundial de fútbol.
Estimado Sr. Rivadeneira: Adjunto a este email información sobre el deporte en los Países Bajos y la Copa Mundial 2010.
Espero que la información sea de su utilidad.
Saludos cordiales, Tim Blank
Embajada del Reino de Los Países Bajos en Argentina / HM Ambassade Buenos Aires
Edificio Porteño II, Olga Cossettini 831, Piso 3, C1107BVA Buenos Aires
El deporte en los Países Bajos
El deporte en los Países Bajos es parte de la jurisdicción del Ministerio de Salud, Bienestar y Deportes. El gobierno tiene la política de estimular el deporte en todos los niveles. El plan de acción "El deporte, la tolerancia y juego limpio", es una actuación a nivel europeo, donde muchos deportistas de elite han participado. Con ello, el gobierno quiere que a través del deporte, ciertos valores y normas en la sociedad cambien de manera positiva.
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Cómo acá, en la Argentina el deporte en Los Países Bajos es dominado principalmente por el fútbol. Después, deportes como fitness, golf, natación, tenis, hockey sobre césped y el ciclismo tienen mucho éxito. Y aunque los neerlandeses son unas de las personas más altas de Europa, baloncesto no es un deporte muy practicando.
Los tres clubes de fútbol más importantes a nivel local e internacional, son el Ajax Ámsterdam, Feyenoord Rotterdam y el PSV Eindhoven. Los Países Bajos han tenido a varios jugadores sobresalientes: Johan Cruyff, Marco van Basten y Ruud Gullit son algunos ejemplos de ello. Hasta ahora el único título de la Selección de fútbol de los Países Bajos, también conocido como "La Naranja Mecánica", es la Eurocopa celebrada en el 1988. En Sudáfrica los Países Bajos disputarán su novena fase final de la Copa Mundial de la FIFA.
El hockey sobre césped es una de las ramas deportivas importantes en nuestro país. El seleccionado masculino ha conseguido ganar el Campeonato Mundial de Hockey en dos ocasiones. Mayor éxito tiene la selección femenina de hockey que ha ganado en seis ocasiones. Ojalá nos vaya bien en septiembre cuando la selección femenina juegue el campeonato mundial de hockey en Rosario.
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Por último, * La Elfstedentocht
La Elfstedentocht es una marcha de patinaje sobre hielo que se celebra a lo largo de casi 200 kilómetros de canales helados de Frisia.
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La Copa Mundial 2010
La clasificación para el mundial era un pleno de ocho victorias en otros tantos encuentros. Durante la clasificación la selección neerlandés anotó diecisiete y recibió solamente dos goles.
(…) Creo que las selecciones de Argentina, Holanda, Brazil y España son las cuatro que tienen las mayores posibilidades de llegar a las semifinales.
En mi opinión, Holanda es uno de los favoritos a ganar este Mundial. (…) Pero Holanda está en un buen momento y tiene ese poso de equipo muy bien considerado. Los hombres clave son Arjen Robben, Robin van Persie y Wesley Sneijder. Nuestra selección tiene fama de practicar un juego vistoso, pero carente de la solidez necesaria para llegar hasta el final: eso es lo que tiene que cambiar esta Copa Mundial.
Brazil es un equipo potentísimo, muy fuerte. Los centrales, los mediocampistas, los delanteros y con Julio César tiene el mejor arquero del mundo. Argentina es otro país con jugadores rebeldes, entusiastas, muy competitivos, que en cualquier evento, y más en un Mundial, son durísimos. España tiene un equipazo, con jugadores como Torres, Xavi e Iniesta.
(…) En el caso que nos encontremos a Argentina de nuevo en la final de este Mundial, como en el año 1978 será un gran juego.
Mis 5 favoritos jugadores en este mundial son;
1. Messi es un fuera de serie. Un excelente jugador y espero que a sea un éxito este mundial
Cada partido te preguntas: ¿Cómo lo ha hecho?
2. Van Persie es un jugador muy importante para la selección de Holanda, es un excelente jugador que podría jugar en cualquier equipo.
3. Rooney juega el fútbol en un estado natural y gozó de su mejor temporada como profesional este año.
4. Tevez “Carlitos” es uno de los mejores delanteros del mundo y un jugador con mucho espíritu de lucha y ambición.
5. Sneijder está en ese grupo de jugadores que están haciendo una temporada excelente. Un jugador completo, excelente pasador y pateador de tiro libres.
Saludos cordiales, Tim Blank
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Dinamarca: El cuento de Las Habichuelas Mágicas.
Periquin vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña de bosque. Con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a Periquin a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
-Son maravillosas -explicó aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca. Así lo hizo Periquin, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojo a la calle. Después se puso a llorar.Cuando se levantó Periquin al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. Se puso Periquin a trepar por la planta, y sube que sube, llego a un país desconocido. Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía huevos de oro cada vez que él se lo mandaba. Esperó el niño a que el gigante se durmiera, y tomando la gallina, escapó con ella. Llego a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, tocó el suelo y entró en la cabaña.La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y Periquin tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y pudo observar como el dueño del castillo iba contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero. En cuanto se durmió el gigante, salió Periquin y, recogiendo el talego de oro, echo a correr hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. Así la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo. Sin embargo, llego un día en que el bolsón de cuero del dinero quedo completamente vacío.
Se trepó Periquin por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro. Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vio Periquin que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, ¡Oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco. Apenas le vio así Periquin, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquin, empezó a gritar: -Eh, señor amo, despierte usted, que me roban! Despertose sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores: -Señor amo, que me roban! Viendo lo que ocurría, el gigante salio en persecución de Periquin. Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya colgado a las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que también el gigante descendía hacia él.
No había tiempo que perder, así que grito Periquin a su madre, que estaba en casa preparando la comida: -¡Madre, tráigame el hacha enseguida, que me persigue el gigante!
Acudió la madre con el hacha, y Periquin, de un certero golpe, cortó el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y Periquin y su madre vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.
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Japón: Tanabata – leyenda
Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía un joven que un día volviendo del trabajo encontró una tela en el camino, la tela más bella que jamás había visto.
¡Qué tela tan bella!, dijo impresionado y la metió en su canasta.
En ese momento alguien lo llamó, y al voltear se sorprendió mucho al ver aparecer a una mujer muy bonita quien le dijo: "Me llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi hagoromo.
El joven le preguntó: ¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?
La mujer le contestó: Hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero sin mi hagoromo no podré regresar. Por eso le pido que me la devuelva.
El joven avergonzado no pudo decir que él la había ocultado y le dijo: ¡Yo no sé de qué me hablas!
Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo más remedio que quedarse en la tierra.
Con el tiempo ambos se hicieron muy amigos y posteriormente se casaron.
Después de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa, encontró el hagoromo. Sorprendida se dirigió a su marido y le dijo: ¡Ah! Tú fuiste el que tomó mi hagoromo. Ahora que ya la he encontrado tengo que regresar al cielo. Si tú me amas, haz mil pares de sandalias de paja y entiérralas en torno a un bambú. Si lo haces podremos vernos nuevamente. Hazlo por favor. Te estaré esperando.
Diciendo estas palabras, Tanabata subió al cielo.
El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las sandalias de paja que Tanabata le había mencionado y así poder verla.
Un día terminó de hacer los mil pares de sandalias de paja y las enterró en torno a un bambú.
En ese momento el bambú se alargó muy alto hasta el cielo.
El joven se sorprendió mucho y dijo: ¡Ah, Treparé el bambú y podré ver a Tanabata!. Y así lo hizo, subió y subió y llegó a la punta del bambú pero éste no llegaba al cielo. Le faltaba sólo un poco para llegar.
En realidad le faltaba un par de sandalias para completar el millar.
El joven dijo: Me falta sólo un poco para alcanzar el cielo y exclamó ¡Tanabata! ¡Tanabata!
Su voz alcanzó a Tanabata quien se puso muy contenta y enseguida extendió su brazo y lo alzó.
Ellos muy felices se tomaron de las manos.
En ese momento apareció el padre de Tanabata quien le preguntó: ¿Quién es ese hombre?
Tanabata le contestó: Este es mi esposo.
El joven dijo: Mucho gusto.
Al padre no le gustaba que Tanabata se haya casado con un humano y preguntó al joven: ¿Qué trabajo tiene?
El joven le contestó: Soy labrador.
El padre dijo: Bueno durante tres días cuida mis tierras.
Sí. Entendido, respondió el joven.
Tanabata le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo malo.
El joven se puso a cuidar las tierras. Pasaron los días y empezó a tener mucha sed.
Tengo mucha sed. Pensaba. Ya no puedo aguantar. Sólo un poco.....
En eso, las manos del joven se dirigían inconcientemente a unas frutas cercanas. Las tocó y de ellas empezó a salir mucha agua, convirtiéndose en un río, el Amanogawa.
El joven y Tanabata quedaron separados por el Amanogawa y ambos se convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír.
Desde entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo un día al año, el siete de julio.
Ambas estrellas aún brillan en el cielo.
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Camerún: Origen de los Gando – leyenda
Érase una vez un bariba que tuvo cuatro hijos. La familia constituía un pueblo. Entonces existía la esclavitud: los hijos de los nobles salían por los pueblos en busca de muchachos que prendían y luego vendían en los mercados, generalmente a los peul (tribu de pastores nómadas). Cuando los niños que encontraban en sus correrías eran ya mayores y eran capaces de defenderse, los amenazaban con la lanza diciendo:
- ¿Quieres que la lanza beba tu sangre o prefieres majar el grano en el campamento?
Si la víctima respondía: “Que la lanza beba la sangre”, lo atravesaban con el arma y moría. Si respondía: “De acuerdo. Iré a majar el grano al campamento”, entonces se le prendía, se le llevaba al campamento y se le vendía a un peul. Todos los esclavos que estaban allí eran de la misma raza, no eran peul. Esa fue la suerte que corrieron los cuatro hijos de nuestro bariba.
El peul, además, compró una mujer y un hombre que también tuvieron varios hijos que automáticamente se convertían en servidores de su señor. Así pues, todos los esclavos que se habían concentrado en aquel campamento ¿no se iban a concertar y organizar entre ellos una vida social y resolver juntos sus asuntos? Efectivamente, constituían un grupo diferenciado, vivían entre ellos, se casaban, tenían hijos y se daban sus leyes y normas. Todos los que habían sido apresados por los wasangari (nobles bariba) y que habían sido vendidos a los peul formaban parte de esa nueva sociedad.
Junto a estos que habían sido reducidos a la esclavitud por la fuerza, se añadían otra clase de siervos. Por ejemplo, había una vez un bariba que tuvo un hijo y cuando llegó el momento de la dentición, en vez de empezar a salir los dientes del maxilar inferior, como suele pasar casi siempre, le salieron primero los dientes de arriba. El padre tuvo miedo, aquello era una maldición y se sentía incapaz de guardar un hijo en tales condiciones; entonces, se acordó de que en tales casos se llevan los niños a los peul. Tomó al recién nacido y se lo llevó al peul diciendo:
-Guarda este muchacho. Es signo de desgracia para la familia. No lo puedo guardar en casa ni tampoco soy capaz de darle muerte.
En ese preciso momento, llegaron varios nobles con muchachos que habían apresado en sus correrías y que vendieron al mismo señor. Todos ellos se habían convertido en siervos. Crecieron y trabajaron en la casa del pastor nómada hasta su muerte. Cuando llegaron a ser adultos y habían creado su propia familia, ya no recordaban sus pueblos de origen. Se habían criado juntos. Se habían casado y habían tenido muchos hijos. ¿Qué podían hacer a la muerte de su señor?
Se pusieron de acuerdo y fundaron una nueva tribu. Construyeron sus casas y dieron un nombre al nuevo pueblo que habían levantado. Ya no vivían en el campamento peul, ahora estaban instalados en un pueblo que era el que habían construido y que era el suyo. El nombre que pusieron a su poblado fue: “Que este lugar sea dulce”. Esa era su tierra, aquellas eran sus casas y juntos habían creado una nueva tribu. Aquel era su pueblo; y si salían fuera y se encontraban con un extranjero que les preguntaba: “¿De dónde eres? ¿Cuál es tu pueblo?”. Ellos respondían:
-Somos del pueblo: “El lugar dulce”.
Por este método nacieron a causa de la esclavitud. Al principio eran esclavos pero luego, cuando su dueño desaparecía, se convertían en hombres libres que construían sus propias casas y fundaban nuevas poblaciones que solían tener siempre el mismo nombre: “Que el lugar sea dulce”. Es decir “Gam n do”, en lengua bariba (de allí la palabra “gando”). Y cuando un bariba les decía: “Pero, si sois igual que nosotros, tenéis el mismo físico ¿cómo es posible que forméis una tribu diferente?”. Entonces ellos les explicaban su historia y cómo se habían convertido en “gando”. En realidad son bariba que habían sido esclavizados y que después habían recobrado la libertad.
Este es el origen de la etnia “gando”, que habían vivido hace muchísimos años al servicio de los peul y que ahora habían recobrado su dignidad e independencia.
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Grupo F: Italia – Paraguay – Nueza Zelanda - Eslovaquia
Italia: Los bultos del jardín – Dino Buzzati
Cuando la noche ha caído, me gusta dar un paseo por mi jardín. No piensen que soy rico. Un jardín como el mío lo tienen todos. Y más tarde comprenderán por qué.En la oscuridad, aunque realmente no está oscuro por entero porque de las ventanas iluminadas de la casa viene un difuso resplandor, camino por el prado, los zapatos hundiéndose un poco en la hierba, y mientras tanto pienso, y, pensando, alzo los ojos para ver si el cielo está sereno, y si lucen las estrellas las observo preguntándome un montón de cosas. No obstante, hay noches en que no me hago preguntas; las estrellas se están ahí, encima de mí, completamente estúpidas, y no me dicen nada.Era yo un muchacho cuando, dando mi paseo nocturno, tropecé con un obstáculo. Como no veía, encendí una cerilla. En la plana superficie del prado había una protuberancia, y eso era extraño. A lo mejor el jardinero ha hecho algo, pensé, mañana por la mañana le preguntaré.Al día siguiente llamé al jardinero, cuyo nombre era Giacomo. Le dije:-¿Qué has hecho en el jardín? En el prado hay como un bulto, tropecé con él ayer por la noche y esta mañana, apenas se ha hecho de día, lo he visto. Es un bulto estrecho y oblongo, parece una sepultura. ¿Me quieres decir qué pasa?-No es que parezca, señor -dijo Giacomo el jardinero-, es que es una sepultura. Y es que ayer murió un amigo suyo.Era cierto. Mi queridísimo amigo Sandro Bartoli, de veintiún años, se había partido el cráneo en la montaña.-¿Acaso me estás diciendo -le dije a Giacomo- que mi amigo está enterrado aquí?-No -respondió-, su amigo el señor Bartoli -dijo así porque era persona educada a la antigua y por ello todavía respetuoso- ha sido enterrado al pie de las montañas que usted sabe. Pero aquí, en el jardín, el prado se ha levantado solo porque éste es su jardín, señor, y todo lo que sucede en su vida, señor, tendrá aquí una consecuencia.-Vamos, vamos, por favor, eso no son más que supersticiones absurdas -le dije-, te ruego que aplanes ese bulto.-No puedo, señor -contestó-, ni siquiera mil jardineros como yo conseguirían aplanar ese bulto.Tras lo cual no se hizo nada y el bulto se quedo allí, y yo continué paseando por el jardín una vez había caído la noche, ocurriéndome de cuando en cuando tropezar con el bulto, si bien no muy a menudo, ya que el jardín es bastante grande; era un bulto de setenta centímetros de ancho y metro noventa de largo y sobre él crecía la hierba, y sobresalía del nivel del prado unos veinticinco centímetros. Naturalmente, cada vez que tropezaba en él pensaba en el querido amigo perdido. Pero también podía pasar que fuera al revés. Es decir, que fuera a dar en el bulto porque en aquel momento estaba pensando en él. Pero este asunto es algo difícil de entender.Pasaban por ejemplo dos o tres meses sin que yo en la oscuridad, durante mi paseo nocturno, tropezase con aquel pequeño relieve. En este caso su recuerdo volvía a mí; entonces me paraba y en el silencio de la noche preguntaba en voz alta: ¿Duermes?Pero él no contestaba.Él, efectivamente, dormía, pero lejos, bajo las rocas, en un cementerio de montaña, y con los años nadie se acordaba ya de él, nadie le llevaba flores.Sin embargo, pasaron muchos años y he aquí que una noche, en el curso de mi paseo, justamente en el rincón opuesto del jardín, tropecé con otro bulto.Por poco caí de bruces cuan largo soy. Era pasada medianoche, todo el mundo había ido a dormir, pero mi enfado era tal que me puse a llamar “Giacomo, Giacomo”, justamente para despertarlo. De hecho, una ventana se iluminó. Giacomo apareció en el antepecho.-¿Qué demonios es este bulto? -gritaba yo-. ¿Has cavado algún hoyo?-No señor. Sólo que un querido compañero suyo de trabajo se ha ido -dijo-. Su nombre es Cornali.Sin embargo, algún tiempo después topé con un tercer bulto y, aunque fuera noche cerrada, también esta vez llamé a Giacomo, que estaba durmiendo. Ahora sabía ya muy bien el significado que tenía aquel bulto, pero aquel día no me habían llegado malas noticias, y por eso estaba ansioso por saber. Giacomo, paciente, apareció en la ventana. “¿Quién es? -pregunté- ¿Ha muerto alguien?” “Sí señor -dijo-. Se llamaba Giuseppe Patané.”Pasaron luego algunos años bastante tranquilos, pero en determinado momento los bultos volvieron a empezar a multiplicarse en el prado del jardín. Los había pequeños, pero también habían aparecido otros gigantescos que no se podían salvar con un paso, sino que realmente hacía falta subir por una parte y bajar después por la otra, como si de pequeñas colinas se tratase. De esta importancia crecieron dos a poca distancia una de la otra y no hubo necesidad de preguntar a Giacomo lo que había pasado. Allí debajo, en aquellos dos túmulos altos como un bisonte, estaban encerrados trozos queridos de mi vida arrancados de ella cruelmente.Por eso cada vez que me tropezaba en la oscuridad con estos dos terribles montículos, muchas cosas dolorosas se revolvían en mi interior y yo me quedaba allí como un niño asustado y llamaba a mis amigos por su nombre. Cornali, llamaba, Patané, Rebizzi, Longanesi, Mauri, llamaba, los que habían crecido conmigo, los que habían trabajado muchos años conmigo. Y luego, en voz más alta: ¡Negro! ¡Vergari! Era como pasar una lista. Pero nadie respondía.Así, poco a poco, mi jardín, antaño plano y agradable al paso, se ha transformado en un campo de batalla; tiene hierba todavía, pero el prado sube y baja en un laberinto de montículos, bultos, protuberancias, relieves, y cada una de estas excrecencias corresponde a un nombre, cada nombre corresponde a un amigo, y cada amigo corresponde a una tumba lejana y a un vacío dentro de mí.Este verano, no obstante, se alzó una tan alta que, cuando estuve a su lado, su silueta tapó la visión de las estrellas; era grande como un elefante, como una caseta, subir a ella era algo espantoso, una especie de ascensión, no se podía hacer otra cosa que sortearla rodeándola.Aquel día no me había llegado ninguna mala noticia; por eso aquella novedad del jardín me tenía muy sorprendido. Pero esta vez pronto supe también: era el mejor amigo de mi juventud quien se había ido, entre él y yo había habido tantas verdades, juntos habíamos descubierto el mundo, la vida y las cosas más bellas, juntos habíamos explorado la poesía, la pintura, la música, las montañas y era lógico que para contener todo este material destruido, aunque fuera compendiado y sintetizado en mínimos términos, hiciera falta una auténtica y verdadera montañita.En ese momento tuve un arranque de rebelión. No, no podía ser, me dije espantado. Y una vez más llamé a mis amigos por sus nombres. Cornali, Patanè, Rebizzi, Longanesi, llamaba, Mauri, Negro, Vergani, Segàla, Orlandi, Chiarelli, Brambilla. En ese momento se alzó una especie de soplo en la noche que me respondía que sí, juraría que una especie de voz me decía que sí y venía de otros mundos, pero quizá fuera sólo la voz de un ave nocturna porque a las aves nocturnas les gustaba mi jardín.Ahora, por favor, les ruego que me digan: por qué hablas de estas cosas tan tristes, la vida es ya tan breve y difícil por sí misma, amargarse a propósito es una idiotez; en fin de cuentas estas tristezas no tienen nada que ver con nosotros, tienen que ver sólo contigo. No, respondo yo, desgraciadamente tienen que ver también con ustedes; sería bonito, lo sé, que no fuera así. Porque esta historia de los bultos del prado nos sucede a todos, y cada uno de nosotros, me han explicado por fin, es propietario de un jardín donde suceden estos dolorosos fenómenos. Es una historia antigua que se ha repetido desde el principio de los siglos; también para ustedes se repetirá. Y no es un juego literario, las cosas son así.Naturalmente, me pregunto también si en algún jardín surgirá algún día un bulto relacionado conmigo, quizá un bultito de segundo o tercer orden, apenas una arruga en el prado que de día, cuando el sol luce en lo alto, apenas conseguirá verse. Sea como sea, una persona en el mundo, al menos una tropezará.Puede pasar que por culpa de mi maldito carácter muera solo como un perro al final de un pasillo viejo y desierto. Sin embargo, esa noche una persona tropezará en el bultito que surgirá en su jardín y tropezará también las siguientes noches, y cada vez pensará (perdonen mi esperanza, como una punta de nostalgia) en cierto tipo que se llamaba Dino Buzzati.
Paraguay: Akakase potìmi che ru (en guaraní) - Anónimo
-Ha upéi che ru ajoguata piko pe mba'e ha'evaekue ndéve.
-Mba'e piko erevaekue chéve che ra'y?
-Nanemandu'avéima piko?
-Nahániri.
-Mba'e piko.
-Pe jaguapyha.
Kalo ningo peteî mitã'i omboty ramóva 11 ha isaraki eterei ha iñaradu avei, amo mbo'ehao pe ha'e raevete ombojojái umi porandukuéra mbo'ehára ojapóva.
Kalo ikueráima kokuégui, oipota peteî táva potîve, ohecha ituakuéra ndikatúi osê mamove ndorekói haguére pe mba'e arandu osê haguã pe pytumbýgui.
Ha'e kóga pýpe oporoñemoñe'e ituakuéra pe osê haguã kuarahýpe, upévare ojoguase peteî jeguapyha, omoi haguã kakahápe, oho vove kakahápe oñemoñamba itekakáre ha oñemopotî avati'igue pe, upéva ombopochy Kalo'ípe, ha ojerure itúaep pira pire ojogua haguã pe ojeguapyha, itúa hesarái ichugui.
-Mboýre piko ikatu jajogua pe mba'e che ra'y?
-Ndaikuaái, Ña Rosa ningo amo tavaguasúpe oñemoñemu 30.000 guarani.
-¡Mba'eeeeee! ¡Nde tavyráima ningo che ra'y! ¡Jakaka haguã ohóta chehegui pe 30.000 guarani!
-Che ru, jakaka potîmi haguã ningo.
-Erekóma ningo moõpa rekaka haguã, ha tuicha avei, pe kuára noñemyanyhêmo'ãi opapeve ko táva.
Karai Serafín opuka ha oho kokuépe. Kalo oñembyasy ha nahesakãi porã ichupe mba'érepa itúa ndoipotái pe jeguapyha. Oho jey kokue pe itúa rendápe ha oñepyrû jey oñe'ê pe jeguapyha rehe.
-Mbo'ehára ningo he'i jakakapotîrõ nañandehasymo'ãi, sevo'ikuéra ohóta ha mberukuéra ndovevémo'ãi ore ykére.
-Mombyry ningo opyta pe kuára ñande rógagui che ra'y, anína rehendu umi vyrorei.
-Che ru, eme'êna chéve la 30.000 guarani ajogua haguã pe jaguapyha ha ahechaukata ndéve iporãve pe kuára nde jarekova, emañamína, ko'ãga ningo jakaka yvýpe che ru, jaguapyharehe jakakata ojeguapykuévo ha jaipurúta pe héra kuatia potî, "papel higiénico" oje'éva pe mba'épe.
-Che ru eme'êrõ chéve la 30.000 guarani, amonõ'ota ndéve heta mandyju ha amba'apovéta nendive oparire mbo'ehao.
Karai Serafín hesay ha ojejoko itase ita'ýra ha he'íva ichupe:
-Oîma che ra'y, ame'êta ndéve ko 30.000 guarani.
Oipe'a ikasógui 30.000 gs ha ome'ê Kalópe.
-Kalo opuka ha opopo pe mandyju morotî itúa kokuére.
-Karai Serafín opukave ha oñepyrû jey hembiapo.
Kalo oho tavaguasúpe kavaju ári, ojogua pe jaguapyha ha ojevejey kavaju ári, morotî asýpe jaguapyha ojehecha kavaju ári.
Mitãnguéra, karai, kuñakarai osêmba omaña haguã Kalópe.
-Mba'e piko upéva?
-Moõ piko ogueraha upéva?
Kalo nomañái, ndoikuaaséi mba'eve umi tavy chapinguéragui.
Oguahêkuévo hógape oho pe kuára tuicha ha omombo umi yvyra vai oîva, ogueru yvyra porã ha mbarete ha omoi pe mba'e morotî hérava jaguapyha. Opuka ha opukave, kalo ovy'aiterei. Karai Serafín oparire hembiapo kokuépe.
-Kalo ha upéi, rejoguáma piko pe mba'e kuri?
-Oimbáma katu che ru.
-Néi, aguapyséma katu nde sy saporo che mborye rasy ha ahase kakahápe.
Karai Serafín pya'epe oho la "baño moderno"pe, hetaiterei okaru kuri ha omyanyhê pya'eterei pe mba'e morotî hérava jaguapyha ha oñemonambaite itekakáre.
-Kalooooo, mba'éicha piko ojeipurõ kóva che ra'y.
-Egueraha vaerã y, che resarái ndaha'éi ndéve kuri.
-Egueropy chéve upéicharõ.
Kalo oho ogueru peteî tembiporu henyhête yrehe ha oipytyvõ itúape.
Kalo kogapýpe ko'ãgaguive ojekakapotî
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Nueva Zelanda: La creación de la Mujer – leyenda - (Recopilada y traducida del Maorí por Mere Caesar) (Versión en Castellano: Darío Albertocchi)
En el amanecer del Primer Comienzo, Io, Creador de la Tierra y del Cielo, de las Montañas, y de todo lo que hay alrededor, bajó su mirada hacia donde estaba Tane, el Dios del Bosque y de los Pájaros, y lo escuchó gritar:
-Io me ha concedido el poder de crear los bosques y las montañas; todos los peces en las aguas; los pájaros que cantan en bellas y diferentes voces... Sin embargo, camino por aquí solo. ¿Será esto por siempre, compartiré alguna vez esta Tierra hermosa con alguien? ¿O estaré yo solo durante toda mi vida?
Io, el supremo Creador, oyó quejarse a Tane, y lo llamó:
-Ve a la orilla del agua a la salida del Sol, y toma la tierra roja; moldea una imagen similar a la del hombre, pero más suave; porque la tierra tibia que está al lado del agua contiene la semilla de la vida que vendrá.
Así Tane, el Dios del Bosque y de los Pájaros, escuchó a Io y fue hacia la orilla del agua; y mezcló la tierra con musgo, y la endulzó con flores y miel. La moldeó para que se pareciese a todo lo bello que había sobre la tierra, y el barro comenzó a tomar la forma de MUJER.
El Dios de los vientos miró asombrado, y le susurró a Tane en el oído:
-Toma mi aliento. Dáselo a ella, para que tenga vida.
Así Tane inspiró, absorbiendo la Vida, y girando se agachó sobre la forma de barro, y sopló con fuerza en las ventanas de su nariz. Entonces su pecho se movió. La figura tomó aire, y luego estornudó: "¡Tihei!".
Todos los dioses que estaban mirando sonrieron, y juntos le dieron el regalo de la vida: Mauriora.
Luego, mientras el Soplo de Vida bajaba sobre la imagen que Tane había formado, la
Tierra se transformó en la carne de Mujer, suave como el musgo que crecía al lado del agua.
Oscuros como el bosque eran sus cabellos, coronados por flores y pájaros que aleteaban;
Colinas y Valles formaban su ser, y sus ojos eran lagunas de luz.
Tane abrió los brazos para darle la bienvenida, mientras la hermosa doncella se levantó para saludarlo, y él le dió el nombre de Hine-Ahu-O-Ne, que significa "Mujer de la Tierra", la compañera del hombre.
Los dioses miraron a Hine-Ahu-O-Ne, y guiñando un ojo, la cubrieron con un hermoso vestido que resplandecía de verde y dorado bajo la luz del sol. Sobre sus hombros colocaron una magnífica capa, hecha con las plumas más exquisitas que se vieron sobre la tierra.
Tane avanzó hacia Hina-Ahu-O-Ne, y le dijo:
-Durante el día, tu Capa de plumas será azul; y mientras la luz abandona la tierra, las plumas se volverán de un rojo fuego. Luego, al anochecer, las plumas serán completamente negras, y millones de resplandecientes estrellas arderán y titilarán sobre la tierra. Tú eres la primer Mujer que ha sido creada.
Dice la leyenda que aquel hombre que sinceramente busque una compañera, sólo necesita moldear una imagen con tierra roja.
Y luego esperar...
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Eslovaquia: Sobre la fundación del Castillo de Krumlow – leyenda
En el lugar donde hoy se alza la ciudad de Ceský Krumlov, en tiempos remotos sólo había negros bosques. Estaban llenos de caza mayor en estado salvaje, linces, manadas de lobos y además se dice que por allí había ocultos numerosos sitios embrujados. A través de estos bosques discurría una ruta comercial desde Austria al interior de la Bohemia. Sin embargo, más que a las fieras salvajes, los viajeros temían ante todo a los bandoleros, que tenían su guarida en el escarpado roquedo junto al vado de Moldava. Los bandidos asaltaban sin distinción a ricos comerciantes, jinetes y pobres caminantes, les despojaban de sus bienes y luego les mutilaban o mataban.
No fue otro sino Vítek, valeroso señor de la región, quien puso fin a las tropelías de los salteadores. Salió a por los bandidos con sus mesnadas y finalmente en medio de una lucha feroz los aplastó de una vez por todas. Vítek erigió el Castillo fortificado de Krumlov en el sitio donde antes estuvo el primitivo refugio de los bandoleros. Y en las riberas del río al pie del Castillo pronto empezó a crecer una ciudad. La más antigua de cuyas calles se llama Latrán o calle del Bandolero, según se dice, en memoria de los salteadores que durante tanto tiempo asolaron la región.
Pero eso no es más que un cuento, según los historiadores el nombre de Latrán tiene su origen en el término latino “latus”, que quiere decir costado y designa a un camino que discurría en paralelo al Castillo y llegaba hasta la Ciudad Vieja de Krumlov.
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Va la tercera tanda de cuentos, los grupos E y F.
Un detalle, el cuento de Paraguay lo ponemos en Guaraní, en unos días una alumna de séptimo grado, María José Ayala nos terminará la traducción.
Grupo E: Holanda – Dinamarca – Japón – Camerún
Holanda: Una aclaración, acá en vez de un cuento, tenemos una pincelada escrita por un funcionario holandés. Nos cuenta un poco de su país y nos deja su opinión sobre el próximo mundial de fútbol.
Estimado Sr. Rivadeneira: Adjunto a este email información sobre el deporte en los Países Bajos y la Copa Mundial 2010.
Espero que la información sea de su utilidad.
Saludos cordiales, Tim Blank
Embajada del Reino de Los Países Bajos en Argentina / HM Ambassade Buenos Aires
Edificio Porteño II, Olga Cossettini 831, Piso 3, C1107BVA Buenos Aires
El deporte en los Países Bajos
El deporte en los Países Bajos es parte de la jurisdicción del Ministerio de Salud, Bienestar y Deportes. El gobierno tiene la política de estimular el deporte en todos los niveles. El plan de acción "El deporte, la tolerancia y juego limpio", es una actuación a nivel europeo, donde muchos deportistas de elite han participado. Con ello, el gobierno quiere que a través del deporte, ciertos valores y normas en la sociedad cambien de manera positiva.
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Cómo acá, en la Argentina el deporte en Los Países Bajos es dominado principalmente por el fútbol. Después, deportes como fitness, golf, natación, tenis, hockey sobre césped y el ciclismo tienen mucho éxito. Y aunque los neerlandeses son unas de las personas más altas de Europa, baloncesto no es un deporte muy practicando.
Los tres clubes de fútbol más importantes a nivel local e internacional, son el Ajax Ámsterdam, Feyenoord Rotterdam y el PSV Eindhoven. Los Países Bajos han tenido a varios jugadores sobresalientes: Johan Cruyff, Marco van Basten y Ruud Gullit son algunos ejemplos de ello. Hasta ahora el único título de la Selección de fútbol de los Países Bajos, también conocido como "La Naranja Mecánica", es la Eurocopa celebrada en el 1988. En Sudáfrica los Países Bajos disputarán su novena fase final de la Copa Mundial de la FIFA.
El hockey sobre césped es una de las ramas deportivas importantes en nuestro país. El seleccionado masculino ha conseguido ganar el Campeonato Mundial de Hockey en dos ocasiones. Mayor éxito tiene la selección femenina de hockey que ha ganado en seis ocasiones. Ojalá nos vaya bien en septiembre cuando la selección femenina juegue el campeonato mundial de hockey en Rosario.
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Por último, * La Elfstedentocht
La Elfstedentocht es una marcha de patinaje sobre hielo que se celebra a lo largo de casi 200 kilómetros de canales helados de Frisia.
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La Copa Mundial 2010
La clasificación para el mundial era un pleno de ocho victorias en otros tantos encuentros. Durante la clasificación la selección neerlandés anotó diecisiete y recibió solamente dos goles.
(…) Creo que las selecciones de Argentina, Holanda, Brazil y España son las cuatro que tienen las mayores posibilidades de llegar a las semifinales.
En mi opinión, Holanda es uno de los favoritos a ganar este Mundial. (…) Pero Holanda está en un buen momento y tiene ese poso de equipo muy bien considerado. Los hombres clave son Arjen Robben, Robin van Persie y Wesley Sneijder. Nuestra selección tiene fama de practicar un juego vistoso, pero carente de la solidez necesaria para llegar hasta el final: eso es lo que tiene que cambiar esta Copa Mundial.
Brazil es un equipo potentísimo, muy fuerte. Los centrales, los mediocampistas, los delanteros y con Julio César tiene el mejor arquero del mundo. Argentina es otro país con jugadores rebeldes, entusiastas, muy competitivos, que en cualquier evento, y más en un Mundial, son durísimos. España tiene un equipazo, con jugadores como Torres, Xavi e Iniesta.
(…) En el caso que nos encontremos a Argentina de nuevo en la final de este Mundial, como en el año 1978 será un gran juego.
Mis 5 favoritos jugadores en este mundial son;
1. Messi es un fuera de serie. Un excelente jugador y espero que a sea un éxito este mundial
Cada partido te preguntas: ¿Cómo lo ha hecho?
2. Van Persie es un jugador muy importante para la selección de Holanda, es un excelente jugador que podría jugar en cualquier equipo.
3. Rooney juega el fútbol en un estado natural y gozó de su mejor temporada como profesional este año.
4. Tevez “Carlitos” es uno de los mejores delanteros del mundo y un jugador con mucho espíritu de lucha y ambición.
5. Sneijder está en ese grupo de jugadores que están haciendo una temporada excelente. Un jugador completo, excelente pasador y pateador de tiro libres.
Saludos cordiales, Tim Blank
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Dinamarca: El cuento de Las Habichuelas Mágicas.
Periquin vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña de bosque. Con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a Periquin a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
-Son maravillosas -explicó aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca. Así lo hizo Periquin, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojo a la calle. Después se puso a llorar.Cuando se levantó Periquin al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. Se puso Periquin a trepar por la planta, y sube que sube, llego a un país desconocido. Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía huevos de oro cada vez que él se lo mandaba. Esperó el niño a que el gigante se durmiera, y tomando la gallina, escapó con ella. Llego a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, tocó el suelo y entró en la cabaña.La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y Periquin tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y pudo observar como el dueño del castillo iba contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero. En cuanto se durmió el gigante, salió Periquin y, recogiendo el talego de oro, echo a correr hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. Así la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo. Sin embargo, llego un día en que el bolsón de cuero del dinero quedo completamente vacío.
Se trepó Periquin por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro. Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vio Periquin que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, ¡Oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco. Apenas le vio así Periquin, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquin, empezó a gritar: -Eh, señor amo, despierte usted, que me roban! Despertose sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores: -Señor amo, que me roban! Viendo lo que ocurría, el gigante salio en persecución de Periquin. Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya colgado a las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que también el gigante descendía hacia él.
No había tiempo que perder, así que grito Periquin a su madre, que estaba en casa preparando la comida: -¡Madre, tráigame el hacha enseguida, que me persigue el gigante!
Acudió la madre con el hacha, y Periquin, de un certero golpe, cortó el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y Periquin y su madre vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.
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Japón: Tanabata – leyenda
Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía un joven que un día volviendo del trabajo encontró una tela en el camino, la tela más bella que jamás había visto.
¡Qué tela tan bella!, dijo impresionado y la metió en su canasta.
En ese momento alguien lo llamó, y al voltear se sorprendió mucho al ver aparecer a una mujer muy bonita quien le dijo: "Me llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi hagoromo.
El joven le preguntó: ¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?
La mujer le contestó: Hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero sin mi hagoromo no podré regresar. Por eso le pido que me la devuelva.
El joven avergonzado no pudo decir que él la había ocultado y le dijo: ¡Yo no sé de qué me hablas!
Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo más remedio que quedarse en la tierra.
Con el tiempo ambos se hicieron muy amigos y posteriormente se casaron.
Después de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa, encontró el hagoromo. Sorprendida se dirigió a su marido y le dijo: ¡Ah! Tú fuiste el que tomó mi hagoromo. Ahora que ya la he encontrado tengo que regresar al cielo. Si tú me amas, haz mil pares de sandalias de paja y entiérralas en torno a un bambú. Si lo haces podremos vernos nuevamente. Hazlo por favor. Te estaré esperando.
Diciendo estas palabras, Tanabata subió al cielo.
El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las sandalias de paja que Tanabata le había mencionado y así poder verla.
Un día terminó de hacer los mil pares de sandalias de paja y las enterró en torno a un bambú.
En ese momento el bambú se alargó muy alto hasta el cielo.
El joven se sorprendió mucho y dijo: ¡Ah, Treparé el bambú y podré ver a Tanabata!. Y así lo hizo, subió y subió y llegó a la punta del bambú pero éste no llegaba al cielo. Le faltaba sólo un poco para llegar.
En realidad le faltaba un par de sandalias para completar el millar.
El joven dijo: Me falta sólo un poco para alcanzar el cielo y exclamó ¡Tanabata! ¡Tanabata!
Su voz alcanzó a Tanabata quien se puso muy contenta y enseguida extendió su brazo y lo alzó.
Ellos muy felices se tomaron de las manos.
En ese momento apareció el padre de Tanabata quien le preguntó: ¿Quién es ese hombre?
Tanabata le contestó: Este es mi esposo.
El joven dijo: Mucho gusto.
Al padre no le gustaba que Tanabata se haya casado con un humano y preguntó al joven: ¿Qué trabajo tiene?
El joven le contestó: Soy labrador.
El padre dijo: Bueno durante tres días cuida mis tierras.
Sí. Entendido, respondió el joven.
Tanabata le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo malo.
El joven se puso a cuidar las tierras. Pasaron los días y empezó a tener mucha sed.
Tengo mucha sed. Pensaba. Ya no puedo aguantar. Sólo un poco.....
En eso, las manos del joven se dirigían inconcientemente a unas frutas cercanas. Las tocó y de ellas empezó a salir mucha agua, convirtiéndose en un río, el Amanogawa.
El joven y Tanabata quedaron separados por el Amanogawa y ambos se convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír.
Desde entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo un día al año, el siete de julio.
Ambas estrellas aún brillan en el cielo.
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Camerún: Origen de los Gando – leyenda
Érase una vez un bariba que tuvo cuatro hijos. La familia constituía un pueblo. Entonces existía la esclavitud: los hijos de los nobles salían por los pueblos en busca de muchachos que prendían y luego vendían en los mercados, generalmente a los peul (tribu de pastores nómadas). Cuando los niños que encontraban en sus correrías eran ya mayores y eran capaces de defenderse, los amenazaban con la lanza diciendo:
- ¿Quieres que la lanza beba tu sangre o prefieres majar el grano en el campamento?
Si la víctima respondía: “Que la lanza beba la sangre”, lo atravesaban con el arma y moría. Si respondía: “De acuerdo. Iré a majar el grano al campamento”, entonces se le prendía, se le llevaba al campamento y se le vendía a un peul. Todos los esclavos que estaban allí eran de la misma raza, no eran peul. Esa fue la suerte que corrieron los cuatro hijos de nuestro bariba.
El peul, además, compró una mujer y un hombre que también tuvieron varios hijos que automáticamente se convertían en servidores de su señor. Así pues, todos los esclavos que se habían concentrado en aquel campamento ¿no se iban a concertar y organizar entre ellos una vida social y resolver juntos sus asuntos? Efectivamente, constituían un grupo diferenciado, vivían entre ellos, se casaban, tenían hijos y se daban sus leyes y normas. Todos los que habían sido apresados por los wasangari (nobles bariba) y que habían sido vendidos a los peul formaban parte de esa nueva sociedad.
Junto a estos que habían sido reducidos a la esclavitud por la fuerza, se añadían otra clase de siervos. Por ejemplo, había una vez un bariba que tuvo un hijo y cuando llegó el momento de la dentición, en vez de empezar a salir los dientes del maxilar inferior, como suele pasar casi siempre, le salieron primero los dientes de arriba. El padre tuvo miedo, aquello era una maldición y se sentía incapaz de guardar un hijo en tales condiciones; entonces, se acordó de que en tales casos se llevan los niños a los peul. Tomó al recién nacido y se lo llevó al peul diciendo:
-Guarda este muchacho. Es signo de desgracia para la familia. No lo puedo guardar en casa ni tampoco soy capaz de darle muerte.
En ese preciso momento, llegaron varios nobles con muchachos que habían apresado en sus correrías y que vendieron al mismo señor. Todos ellos se habían convertido en siervos. Crecieron y trabajaron en la casa del pastor nómada hasta su muerte. Cuando llegaron a ser adultos y habían creado su propia familia, ya no recordaban sus pueblos de origen. Se habían criado juntos. Se habían casado y habían tenido muchos hijos. ¿Qué podían hacer a la muerte de su señor?
Se pusieron de acuerdo y fundaron una nueva tribu. Construyeron sus casas y dieron un nombre al nuevo pueblo que habían levantado. Ya no vivían en el campamento peul, ahora estaban instalados en un pueblo que era el que habían construido y que era el suyo. El nombre que pusieron a su poblado fue: “Que este lugar sea dulce”. Esa era su tierra, aquellas eran sus casas y juntos habían creado una nueva tribu. Aquel era su pueblo; y si salían fuera y se encontraban con un extranjero que les preguntaba: “¿De dónde eres? ¿Cuál es tu pueblo?”. Ellos respondían:
-Somos del pueblo: “El lugar dulce”.
Por este método nacieron a causa de la esclavitud. Al principio eran esclavos pero luego, cuando su dueño desaparecía, se convertían en hombres libres que construían sus propias casas y fundaban nuevas poblaciones que solían tener siempre el mismo nombre: “Que el lugar sea dulce”. Es decir “Gam n do”, en lengua bariba (de allí la palabra “gando”). Y cuando un bariba les decía: “Pero, si sois igual que nosotros, tenéis el mismo físico ¿cómo es posible que forméis una tribu diferente?”. Entonces ellos les explicaban su historia y cómo se habían convertido en “gando”. En realidad son bariba que habían sido esclavizados y que después habían recobrado la libertad.
Este es el origen de la etnia “gando”, que habían vivido hace muchísimos años al servicio de los peul y que ahora habían recobrado su dignidad e independencia.
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Grupo F: Italia – Paraguay – Nueza Zelanda - Eslovaquia
Italia: Los bultos del jardín – Dino Buzzati
Cuando la noche ha caído, me gusta dar un paseo por mi jardín. No piensen que soy rico. Un jardín como el mío lo tienen todos. Y más tarde comprenderán por qué.En la oscuridad, aunque realmente no está oscuro por entero porque de las ventanas iluminadas de la casa viene un difuso resplandor, camino por el prado, los zapatos hundiéndose un poco en la hierba, y mientras tanto pienso, y, pensando, alzo los ojos para ver si el cielo está sereno, y si lucen las estrellas las observo preguntándome un montón de cosas. No obstante, hay noches en que no me hago preguntas; las estrellas se están ahí, encima de mí, completamente estúpidas, y no me dicen nada.Era yo un muchacho cuando, dando mi paseo nocturno, tropecé con un obstáculo. Como no veía, encendí una cerilla. En la plana superficie del prado había una protuberancia, y eso era extraño. A lo mejor el jardinero ha hecho algo, pensé, mañana por la mañana le preguntaré.Al día siguiente llamé al jardinero, cuyo nombre era Giacomo. Le dije:-¿Qué has hecho en el jardín? En el prado hay como un bulto, tropecé con él ayer por la noche y esta mañana, apenas se ha hecho de día, lo he visto. Es un bulto estrecho y oblongo, parece una sepultura. ¿Me quieres decir qué pasa?-No es que parezca, señor -dijo Giacomo el jardinero-, es que es una sepultura. Y es que ayer murió un amigo suyo.Era cierto. Mi queridísimo amigo Sandro Bartoli, de veintiún años, se había partido el cráneo en la montaña.-¿Acaso me estás diciendo -le dije a Giacomo- que mi amigo está enterrado aquí?-No -respondió-, su amigo el señor Bartoli -dijo así porque era persona educada a la antigua y por ello todavía respetuoso- ha sido enterrado al pie de las montañas que usted sabe. Pero aquí, en el jardín, el prado se ha levantado solo porque éste es su jardín, señor, y todo lo que sucede en su vida, señor, tendrá aquí una consecuencia.-Vamos, vamos, por favor, eso no son más que supersticiones absurdas -le dije-, te ruego que aplanes ese bulto.-No puedo, señor -contestó-, ni siquiera mil jardineros como yo conseguirían aplanar ese bulto.Tras lo cual no se hizo nada y el bulto se quedo allí, y yo continué paseando por el jardín una vez había caído la noche, ocurriéndome de cuando en cuando tropezar con el bulto, si bien no muy a menudo, ya que el jardín es bastante grande; era un bulto de setenta centímetros de ancho y metro noventa de largo y sobre él crecía la hierba, y sobresalía del nivel del prado unos veinticinco centímetros. Naturalmente, cada vez que tropezaba en él pensaba en el querido amigo perdido. Pero también podía pasar que fuera al revés. Es decir, que fuera a dar en el bulto porque en aquel momento estaba pensando en él. Pero este asunto es algo difícil de entender.Pasaban por ejemplo dos o tres meses sin que yo en la oscuridad, durante mi paseo nocturno, tropezase con aquel pequeño relieve. En este caso su recuerdo volvía a mí; entonces me paraba y en el silencio de la noche preguntaba en voz alta: ¿Duermes?Pero él no contestaba.Él, efectivamente, dormía, pero lejos, bajo las rocas, en un cementerio de montaña, y con los años nadie se acordaba ya de él, nadie le llevaba flores.Sin embargo, pasaron muchos años y he aquí que una noche, en el curso de mi paseo, justamente en el rincón opuesto del jardín, tropecé con otro bulto.Por poco caí de bruces cuan largo soy. Era pasada medianoche, todo el mundo había ido a dormir, pero mi enfado era tal que me puse a llamar “Giacomo, Giacomo”, justamente para despertarlo. De hecho, una ventana se iluminó. Giacomo apareció en el antepecho.-¿Qué demonios es este bulto? -gritaba yo-. ¿Has cavado algún hoyo?-No señor. Sólo que un querido compañero suyo de trabajo se ha ido -dijo-. Su nombre es Cornali.Sin embargo, algún tiempo después topé con un tercer bulto y, aunque fuera noche cerrada, también esta vez llamé a Giacomo, que estaba durmiendo. Ahora sabía ya muy bien el significado que tenía aquel bulto, pero aquel día no me habían llegado malas noticias, y por eso estaba ansioso por saber. Giacomo, paciente, apareció en la ventana. “¿Quién es? -pregunté- ¿Ha muerto alguien?” “Sí señor -dijo-. Se llamaba Giuseppe Patané.”Pasaron luego algunos años bastante tranquilos, pero en determinado momento los bultos volvieron a empezar a multiplicarse en el prado del jardín. Los había pequeños, pero también habían aparecido otros gigantescos que no se podían salvar con un paso, sino que realmente hacía falta subir por una parte y bajar después por la otra, como si de pequeñas colinas se tratase. De esta importancia crecieron dos a poca distancia una de la otra y no hubo necesidad de preguntar a Giacomo lo que había pasado. Allí debajo, en aquellos dos túmulos altos como un bisonte, estaban encerrados trozos queridos de mi vida arrancados de ella cruelmente.Por eso cada vez que me tropezaba en la oscuridad con estos dos terribles montículos, muchas cosas dolorosas se revolvían en mi interior y yo me quedaba allí como un niño asustado y llamaba a mis amigos por su nombre. Cornali, llamaba, Patané, Rebizzi, Longanesi, Mauri, llamaba, los que habían crecido conmigo, los que habían trabajado muchos años conmigo. Y luego, en voz más alta: ¡Negro! ¡Vergari! Era como pasar una lista. Pero nadie respondía.Así, poco a poco, mi jardín, antaño plano y agradable al paso, se ha transformado en un campo de batalla; tiene hierba todavía, pero el prado sube y baja en un laberinto de montículos, bultos, protuberancias, relieves, y cada una de estas excrecencias corresponde a un nombre, cada nombre corresponde a un amigo, y cada amigo corresponde a una tumba lejana y a un vacío dentro de mí.Este verano, no obstante, se alzó una tan alta que, cuando estuve a su lado, su silueta tapó la visión de las estrellas; era grande como un elefante, como una caseta, subir a ella era algo espantoso, una especie de ascensión, no se podía hacer otra cosa que sortearla rodeándola.Aquel día no me había llegado ninguna mala noticia; por eso aquella novedad del jardín me tenía muy sorprendido. Pero esta vez pronto supe también: era el mejor amigo de mi juventud quien se había ido, entre él y yo había habido tantas verdades, juntos habíamos descubierto el mundo, la vida y las cosas más bellas, juntos habíamos explorado la poesía, la pintura, la música, las montañas y era lógico que para contener todo este material destruido, aunque fuera compendiado y sintetizado en mínimos términos, hiciera falta una auténtica y verdadera montañita.En ese momento tuve un arranque de rebelión. No, no podía ser, me dije espantado. Y una vez más llamé a mis amigos por sus nombres. Cornali, Patanè, Rebizzi, Longanesi, llamaba, Mauri, Negro, Vergani, Segàla, Orlandi, Chiarelli, Brambilla. En ese momento se alzó una especie de soplo en la noche que me respondía que sí, juraría que una especie de voz me decía que sí y venía de otros mundos, pero quizá fuera sólo la voz de un ave nocturna porque a las aves nocturnas les gustaba mi jardín.Ahora, por favor, les ruego que me digan: por qué hablas de estas cosas tan tristes, la vida es ya tan breve y difícil por sí misma, amargarse a propósito es una idiotez; en fin de cuentas estas tristezas no tienen nada que ver con nosotros, tienen que ver sólo contigo. No, respondo yo, desgraciadamente tienen que ver también con ustedes; sería bonito, lo sé, que no fuera así. Porque esta historia de los bultos del prado nos sucede a todos, y cada uno de nosotros, me han explicado por fin, es propietario de un jardín donde suceden estos dolorosos fenómenos. Es una historia antigua que se ha repetido desde el principio de los siglos; también para ustedes se repetirá. Y no es un juego literario, las cosas son así.Naturalmente, me pregunto también si en algún jardín surgirá algún día un bulto relacionado conmigo, quizá un bultito de segundo o tercer orden, apenas una arruga en el prado que de día, cuando el sol luce en lo alto, apenas conseguirá verse. Sea como sea, una persona en el mundo, al menos una tropezará.Puede pasar que por culpa de mi maldito carácter muera solo como un perro al final de un pasillo viejo y desierto. Sin embargo, esa noche una persona tropezará en el bultito que surgirá en su jardín y tropezará también las siguientes noches, y cada vez pensará (perdonen mi esperanza, como una punta de nostalgia) en cierto tipo que se llamaba Dino Buzzati.
Paraguay: Akakase potìmi che ru (en guaraní) - Anónimo
-Ha upéi che ru ajoguata piko pe mba'e ha'evaekue ndéve.
-Mba'e piko erevaekue chéve che ra'y?
-Nanemandu'avéima piko?
-Nahániri.
-Mba'e piko.
-Pe jaguapyha.
Kalo ningo peteî mitã'i omboty ramóva 11 ha isaraki eterei ha iñaradu avei, amo mbo'ehao pe ha'e raevete ombojojái umi porandukuéra mbo'ehára ojapóva.
Kalo ikueráima kokuégui, oipota peteî táva potîve, ohecha ituakuéra ndikatúi osê mamove ndorekói haguére pe mba'e arandu osê haguã pe pytumbýgui.
Ha'e kóga pýpe oporoñemoñe'e ituakuéra pe osê haguã kuarahýpe, upévare ojoguase peteî jeguapyha, omoi haguã kakahápe, oho vove kakahápe oñemoñamba itekakáre ha oñemopotî avati'igue pe, upéva ombopochy Kalo'ípe, ha ojerure itúaep pira pire ojogua haguã pe ojeguapyha, itúa hesarái ichugui.
-Mboýre piko ikatu jajogua pe mba'e che ra'y?
-Ndaikuaái, Ña Rosa ningo amo tavaguasúpe oñemoñemu 30.000 guarani.
-¡Mba'eeeeee! ¡Nde tavyráima ningo che ra'y! ¡Jakaka haguã ohóta chehegui pe 30.000 guarani!
-Che ru, jakaka potîmi haguã ningo.
-Erekóma ningo moõpa rekaka haguã, ha tuicha avei, pe kuára noñemyanyhêmo'ãi opapeve ko táva.
Karai Serafín opuka ha oho kokuépe. Kalo oñembyasy ha nahesakãi porã ichupe mba'érepa itúa ndoipotái pe jeguapyha. Oho jey kokue pe itúa rendápe ha oñepyrû jey oñe'ê pe jeguapyha rehe.
-Mbo'ehára ningo he'i jakakapotîrõ nañandehasymo'ãi, sevo'ikuéra ohóta ha mberukuéra ndovevémo'ãi ore ykére.
-Mombyry ningo opyta pe kuára ñande rógagui che ra'y, anína rehendu umi vyrorei.
-Che ru, eme'êna chéve la 30.000 guarani ajogua haguã pe jaguapyha ha ahechaukata ndéve iporãve pe kuára nde jarekova, emañamína, ko'ãga ningo jakaka yvýpe che ru, jaguapyharehe jakakata ojeguapykuévo ha jaipurúta pe héra kuatia potî, "papel higiénico" oje'éva pe mba'épe.
-Che ru eme'êrõ chéve la 30.000 guarani, amonõ'ota ndéve heta mandyju ha amba'apovéta nendive oparire mbo'ehao.
Karai Serafín hesay ha ojejoko itase ita'ýra ha he'íva ichupe:
-Oîma che ra'y, ame'êta ndéve ko 30.000 guarani.
Oipe'a ikasógui 30.000 gs ha ome'ê Kalópe.
-Kalo opuka ha opopo pe mandyju morotî itúa kokuére.
-Karai Serafín opukave ha oñepyrû jey hembiapo.
Kalo oho tavaguasúpe kavaju ári, ojogua pe jaguapyha ha ojevejey kavaju ári, morotî asýpe jaguapyha ojehecha kavaju ári.
Mitãnguéra, karai, kuñakarai osêmba omaña haguã Kalópe.
-Mba'e piko upéva?
-Moõ piko ogueraha upéva?
Kalo nomañái, ndoikuaaséi mba'eve umi tavy chapinguéragui.
Oguahêkuévo hógape oho pe kuára tuicha ha omombo umi yvyra vai oîva, ogueru yvyra porã ha mbarete ha omoi pe mba'e morotî hérava jaguapyha. Opuka ha opukave, kalo ovy'aiterei. Karai Serafín oparire hembiapo kokuépe.
-Kalo ha upéi, rejoguáma piko pe mba'e kuri?
-Oimbáma katu che ru.
-Néi, aguapyséma katu nde sy saporo che mborye rasy ha ahase kakahápe.
Karai Serafín pya'epe oho la "baño moderno"pe, hetaiterei okaru kuri ha omyanyhê pya'eterei pe mba'e morotî hérava jaguapyha ha oñemonambaite itekakáre.
-Kalooooo, mba'éicha piko ojeipurõ kóva che ra'y.
-Egueraha vaerã y, che resarái ndaha'éi ndéve kuri.
-Egueropy chéve upéicharõ.
Kalo oho ogueru peteî tembiporu henyhête yrehe ha oipytyvõ itúape.
Kalo kogapýpe ko'ãgaguive ojekakapotî
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Nueva Zelanda: La creación de la Mujer – leyenda - (Recopilada y traducida del Maorí por Mere Caesar) (Versión en Castellano: Darío Albertocchi)
En el amanecer del Primer Comienzo, Io, Creador de la Tierra y del Cielo, de las Montañas, y de todo lo que hay alrededor, bajó su mirada hacia donde estaba Tane, el Dios del Bosque y de los Pájaros, y lo escuchó gritar:
-Io me ha concedido el poder de crear los bosques y las montañas; todos los peces en las aguas; los pájaros que cantan en bellas y diferentes voces... Sin embargo, camino por aquí solo. ¿Será esto por siempre, compartiré alguna vez esta Tierra hermosa con alguien? ¿O estaré yo solo durante toda mi vida?
Io, el supremo Creador, oyó quejarse a Tane, y lo llamó:
-Ve a la orilla del agua a la salida del Sol, y toma la tierra roja; moldea una imagen similar a la del hombre, pero más suave; porque la tierra tibia que está al lado del agua contiene la semilla de la vida que vendrá.
Así Tane, el Dios del Bosque y de los Pájaros, escuchó a Io y fue hacia la orilla del agua; y mezcló la tierra con musgo, y la endulzó con flores y miel. La moldeó para que se pareciese a todo lo bello que había sobre la tierra, y el barro comenzó a tomar la forma de MUJER.
El Dios de los vientos miró asombrado, y le susurró a Tane en el oído:
-Toma mi aliento. Dáselo a ella, para que tenga vida.
Así Tane inspiró, absorbiendo la Vida, y girando se agachó sobre la forma de barro, y sopló con fuerza en las ventanas de su nariz. Entonces su pecho se movió. La figura tomó aire, y luego estornudó: "¡Tihei!".
Todos los dioses que estaban mirando sonrieron, y juntos le dieron el regalo de la vida: Mauriora.
Luego, mientras el Soplo de Vida bajaba sobre la imagen que Tane había formado, la
Tierra se transformó en la carne de Mujer, suave como el musgo que crecía al lado del agua.
Oscuros como el bosque eran sus cabellos, coronados por flores y pájaros que aleteaban;
Colinas y Valles formaban su ser, y sus ojos eran lagunas de luz.
Tane abrió los brazos para darle la bienvenida, mientras la hermosa doncella se levantó para saludarlo, y él le dió el nombre de Hine-Ahu-O-Ne, que significa "Mujer de la Tierra", la compañera del hombre.
Los dioses miraron a Hine-Ahu-O-Ne, y guiñando un ojo, la cubrieron con un hermoso vestido que resplandecía de verde y dorado bajo la luz del sol. Sobre sus hombros colocaron una magnífica capa, hecha con las plumas más exquisitas que se vieron sobre la tierra.
Tane avanzó hacia Hina-Ahu-O-Ne, y le dijo:
-Durante el día, tu Capa de plumas será azul; y mientras la luz abandona la tierra, las plumas se volverán de un rojo fuego. Luego, al anochecer, las plumas serán completamente negras, y millones de resplandecientes estrellas arderán y titilarán sobre la tierra. Tú eres la primer Mujer que ha sido creada.
Dice la leyenda que aquel hombre que sinceramente busque una compañera, sólo necesita moldear una imagen con tierra roja.
Y luego esperar...
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Eslovaquia: Sobre la fundación del Castillo de Krumlow – leyenda
En el lugar donde hoy se alza la ciudad de Ceský Krumlov, en tiempos remotos sólo había negros bosques. Estaban llenos de caza mayor en estado salvaje, linces, manadas de lobos y además se dice que por allí había ocultos numerosos sitios embrujados. A través de estos bosques discurría una ruta comercial desde Austria al interior de la Bohemia. Sin embargo, más que a las fieras salvajes, los viajeros temían ante todo a los bandoleros, que tenían su guarida en el escarpado roquedo junto al vado de Moldava. Los bandidos asaltaban sin distinción a ricos comerciantes, jinetes y pobres caminantes, les despojaban de sus bienes y luego les mutilaban o mataban.
No fue otro sino Vítek, valeroso señor de la región, quien puso fin a las tropelías de los salteadores. Salió a por los bandidos con sus mesnadas y finalmente en medio de una lucha feroz los aplastó de una vez por todas. Vítek erigió el Castillo fortificado de Krumlov en el sitio donde antes estuvo el primitivo refugio de los bandoleros. Y en las riberas del río al pie del Castillo pronto empezó a crecer una ciudad. La más antigua de cuyas calles se llama Latrán o calle del Bandolero, según se dice, en memoria de los salteadores que durante tanto tiempo asolaron la región.
Pero eso no es más que un cuento, según los historiadores el nombre de Latrán tiene su origen en el término latino “latus”, que quiere decir costado y designa a un camino que discurría en paralelo al Castillo y llegaba hasta la Ciudad Vieja de Krumlov.
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martes, 8 de junio de 2010
sábado, 5 de junio de 2010
más cuentos para leer mientras esperás el partido del sábado
Buenas, buenas, acá va la segunda tanda de cuentos de los países que participan en el mundial de Sudáfrica 2010.
En esta oportunidad, los grupos C y D. Como les dijimos más arriba, no encontramos un cuento de Ghana (seguimos buscando). Atención con el de Eslovenia.
Esperamos que les gusten, talueeeeego…
GRUPO C: Inglaterra – Estados Unidos de Norteamérica – Argelia – Eslovenia
Inglaterra: El rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda - Donanfer
Hace muchos años, cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre sí, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther. La madre del niño murió al poco de nacer éste, y el padre se lo entregó al mago Merlín con el fin de que lo educara. El mago Merlín decidió llevar al pequeño al castillo de un noble, quien, además, tenía un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo, Merlín no descubrió sus orígenes.
Cada día Merlín explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y, como era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas fórmulas mágicas. Los años fueron pasando y el rey Uther murió sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merlín para encontrar al monarca sucesor. Merlín hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que decía: "Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, será rey de Inglaterra."
Los nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un milímetro. Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, habían ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar. Cuando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta de que había olvidado la espada de Kay en la posada. Salió corriendo a toda velocidad, pero cuando llegó allí, la puerta estaba cerrada. Arturo no sabía qué hacer. Sin espada, Kay no podría participar en el torneo. En su desesperación, miró alrededor y descubrió la espada Excalibur. Acercándose a la roca, tiró del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendió sobre él y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corrió hasta Kay y se la ofreció. Kay se extrañó al ver que no era su espada.
Arturo le explicó lo ocurrido. Kay vio la inscripción de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. Éste ordenó a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consiguió. Entonces Arturo tomó la empuñadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvió a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.
Todos admitieron que aquel muchachito sin ningún título conocido debía llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jurándole fidelidad. Merlín, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retiró a su morada.
Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merlín proclamó que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey legítimo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merlín. Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo creó la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se casó con la princesa Ginebra, a lo que siguieron años de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra como para Arturo. "Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merlín a Arturo-. Continúa siendo un rey justo y el futuro hablará de ti."
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Estados Unidos de Norteamérica: Por correo – O. Henry
No era ni la estación ni la hora en que el parque se hallaba frecuentado; era muy posible que la joven que estaba sentada en uno de los bancos, al lado del camino, hubiera obedecido simplemente a un súbito impulso de sentarse un rato y gozar de antemano la llegada de la primavera.
Descansaba allí, pensativa y quieta. Cierta melancolía, que rozaba su semblante, debía ser de fecha reciente, pues aún no había alterado los finos y juveniles contornos de sus mejillas, ni dominado el arco picaresco, aunque resoluto, de sus labios.
Cerca de donde estaba sentada, apareció un joven que avanzó por el camino. Detrás de él marchaba un muchacho llevando una valija. Al ver a la joven, el rostro del hombre enrojeció, palideciendo luego. Mientras se acercaba, observó la cara de la muchacha con la ansiedad y la esperanza mezcladas en su expresión. Pasó a pocos metros, mas ella no dio muestra alguna de percatarse de su presencia o enterarse de su existencia.
A unos cuarenta y cinco metros, se detuvo de súbito y se sentó en un banco, a un costado. El muchacho dejó la valija y le clavó la mirada con sorprendidos ojos. El joven sacó el pañuelo y se secó la frente. Era un buen pañuelo, su dueño tenía un excelente aspecto. Luego, le dijo al muchacho:
-Deseo que le transmitas un mensaje a esa joven que está sentada en el banco. Exprésale que voy camino a la estación para marchar a San Francisco, donde me uniré a la expedición de caza en Alaska. Dile que, puesto que me ha ordenado que ni le hable ni le escriba, recurro a este medio de hacer un último llamado a su sentido de justicia, en aras de lo que ha sido. Que condenar y rechazar a una persona que no merece tal tratamiento, sin darle sus razones o brindarle la oportunidad de que se explique, es contrario a la naturaleza de ella, según yo la juzgo. Que, hasta cierto punto, he desobedecido así sus órdenes, esperando que pudiera inclinarse a hacer justicia. Ve y dile eso.
El joven deslizó medio dólar en la mano del muchacho. Este lo miró durante un momento con brillantes y sagaces ojos, desde su sucia e inteligente cara, y luego marchó a la carrera. Se aproximó, con cierta duda a la muchacha que estaba sentada en el banco. Se tocó la parte de atrás de la vieja gorra a cuadros. La muchacha lo miró con frialdad, sin prejuicio ni favor.
-Señora -dijo-, ese caballero que está en el otro banco le envía a usted una canción y una danza por mi intermedio. Si usted no conoce al tipo y él está tratando de hacerse el fresco, dígamelo, y llamaré a un vigilante en tres minutos. Si realmente lo conoce usted, y es correcto, le transmitiré la sarta de cosas que le manda decir.
La muchacha mostró cierto interés.
-¡Una canción y una danza! -exclamó la joven con un tono decidido y dulce, que parecía envolver sus palabras en un diáfano manto de impalpable ironía-. Supongo que se trata de una nueva idea dentro de la especialidad de los trovadores. Yo... conocía al caballero que lo envió a usted, de manera que apenas me parece necesario llamar a la policía. Puede usted ejecutar su danza y su canción, pero sin elevar mucho la voz. Es demasiado pronto para realizar espectáculos de vodevil al aire libre, por lo cual podríamos llamar la atención de la gente.
-Ah -dijo el muchacho con un encogimiento de hombros-, usted sabe a qué me refiero, señora. No es un acto de vodevil; es un secreto. Me dijo que le dijera a usted que tiene los cuellos y los puños de las camisas en la mano, listos para disparar a Prisco37. Luego va a cazar pinzones de las nieves del Klondike. Dice que usted le dijo que no le enviara más esquelas rosadas, ni se acercara al portón del jardín, y él emplea este medio de enterarla. Dice que usted se refería a él como a algo pasado, sin haberle dado derecho al pataleo. Dice que usted le dio el olivo y nunca le dijo por qué.
El interés ligeramente despertado en la muchacha y reflejado en sus ojos, no disminuía. Quizá lo había suscitado la originalidad o la audacia del cazador de pinzones de las nieves para enredar en esa forma las expresas órdenes de ella contra el empleo de los medios ordinarios de comunicación. Fijó los ojos en una estatua parada, desolada, en el descuidado parque, y le habló al transmisor:
-Dígale al caballero que no necesito repetirle la descripción de mis ideales. Él sabe cuáles fueron y cuáles son todavía. En lo que concierne a ellos en este caso, la lealtad y la verdad absolutas son de primerísima importancia. Dígale que he estudiado mi propio corazón tan bien como a uno mismo le es posible hacerlo y conozco sus debilidades, así como sus necesidades. Por eso decliné prestar atención a sus ruegos, sea cuales fueren. No lo condeno por oídas o pruebas dudosas, y es por eso que no formulo cargos. Pero, puesto que insiste en oír lo que conoce muy bien, puede usted transmitirle la cuestión.
“Dígale que esa noche entré en el conservatorio por la puerta trasera, con el objeto de cortar una rosa para mi madre. Que los vi a él y a la señorita Ashburton debajo de la rosa adelfa. El cuadro vivo era lindo, pero la pose y la yuxtaposición demasiado elocuentes y evidentes para requerir explicación. Abandoné el conservatorio y, al mismo tiempo, la rosa y mi idea. Puede usted llevarle esa canción y esa danza a su empresario”.
-Tengo reparo en cuanto a una palabra, señora. Yux... yux... explíquemela, ¿quiere?
-Yuxtaposición, o puede usted decir también proximidad o, si le agrada, estando demasiado cerca para que una conserve la posición de un ideal.
Las piedras giraban debajo de los pies del muchacho, que se paró al lado del otro banco. Los ojos del hombre lo interrogaban sediento. Los del muchacho brillaban con el celo impersonal del traductor.
-La señora dice que sostiene que las muchachas son presa fácil cuando los tipos cuentan historias de fantasmas y tratan de fingir, y que por eso no atenderá charlas falsas. Dice que lo sorprendió a usted abrazando a una muchacha en un invernáculo. Ella se estiró para cortar unas flores y usted estaba abrazando a la otra muchacha en gran forma. Dijo que el cuadro tenía lindo aspecto, perfecto, perfecto, pero la puso furiosa. Dice que es mejor que usted se ocupe en ir a tomar el tren.
El joven emitió un largo silbido y sus ojos chispearon con una súbita idea. Sus manos se hundieron en el bolsillo interno de su saco, del que extrajo un manojo de cartas. Eligió una, que le entregó al muchacho, seguida de un dólar que sacó del bolsillo del chaleco.
-Entrégale esta carta a la señorita -dijo- y pídele que la lea. Dile que ella explicará la situación. Dile que, si hubiera mezclado un poco de confianza en su concepción del ideal, se habría evitado muchos dolores de cabeza. Que la lealtad que ella tanto estima nunca ha vacilado. Que espero una contestación.
El mensajero se presentó frente a la muchacha.
-El caballero dice que se lo ha cargado sin motivo. Dice que no es un holgazán y, señora, lea usted la carta y le aseguro que es un buen tipo.
La joven desdobló el papel con cierta duda y lo leyó.
"Estimado doctor Arnold:
Le estoy muy agradecido por su bondadosa y oportuna ayuda prestada a mi hija, el viernes por la noche, cuando ella fue presa de un ataque de su vieja afección al corazón en el conservatorio, en la recepción de la señora Waldron. Si usted no hubiera estado cerca para sostenerla mientras caía y para prestarle la atención requerida, podríamos haberla perdido. Me sentiría contento si nos visitara y emprendiese el tratamiento de su caso.
Agradecidamente suyo,
Robert Ashburton"
La joven dobló la carta y se la entregó al muchacho.
-El caballero desea una contestación -dijo el mensajero- ¿Qué le digo?
Los ojos de la muchacha relampaguearon rápidamente, brillantes, sonrientes y húmedos.
-Dígale al tipo que está sentado en ese banco -dijo con una risa feliz y trémula- que esta muchacha lo ama.
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Argelia: Thuja, el sabio y el asno - Anónimo
En tiempos remotos vivía un chico llamado Thuja. Era un joven que se preocupaba mucho de lo que se decía y de lo que los demás pensaban de él, por eso hacia mucho caso a los cotilleos. Un día su mujer Loundja, harta de él, fue a pedir consejo al sabio del país, y el propio Thuja le acompañó.
LOUNDJA: Mi marido se preocupa mucho de los cotilleos, se siente espiado por todas partes, y siente que todas las miradas le están vigilando. Ya no podemos vivir así, por eso le pido consejo gran sabio.
SABIO: Hijo mío, tienes que ignorar los cotilleos, a veces son palabras tan peligrosas que, si las escuchas, te pueden arruinar la vida, no harás nada en tu vida si continuas así, ven conmigo.
El Sabio montó en su asno acompañado de Tjuha, que era joven y muy Delgado y de escasa estatura. Al caminar unos metros se encontraron con tres campesinos que les saludaron. Pero Thuja tenia el oído tan fino que oyó el comentario de los campesinos: ¿Has visto ese viejo?, es fuerte como una montaña, y sin embargo viaja montado en el asno, en vez de su compañero , que es tan flaco que esta a punto de caerse muerto de cansancio.
El sabio sonrió, bajó del asno y pidió a Thuja que lo montara. Caminaron unos metros y encontraron a unos vendedores que murmuraron, ¿habéis visto este chico?, ¡no tienes vergüenza dejando que una persona mayor vaya caminando y tú montado en el burro!
El sabio volvió a sonreír y montó en el asno. Esta vez iban los dos encima del asno, y se encontraron con unos pastores que al verlos gritaron "Mirad, a esos dos monstruos, van a matar al asno, han olvidado que los asnos son seres vivos que tenemos que cuidar!
Sin quitar la sonrisa de su rostro, el sabio bajó del asno y pidió a Yhuja que bajará él también, siguieron caminando, Encontraron a unos campesinos que se pusieron a reír a carcajadas: Que tontos estos dos, prefieren ir caminado en vez de montar al asno!
El sabio miró a Thuja esperando una reacción de su parte y éste le dijo: Efectivamente, hacer caso de lo que se dice, y a lo que prefiere la gente, te hace sembrar la ruina.
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Eslovenia: Brindis
Sr. Adrián Rivadeneira: Le mando el escaneado de un poema titulado Zdavljica (Brindis en castellano). Este poema es de suma importancia para nuestro pueblo, ya que la séptima estrofa es nuestro himno nacional. Zdravljica fue escrita por poeta más importante de Eslovenia - France Prešeren.
Es importante conservar la forma de las estrofas (tiene forma de una copa).
En caso de que el poema se publique en su página web les pido referirse tambien al libro de origen: Colección - Prešeren en el mundo, Volumen 8, Cantos / France Prešeren; Selección y redacción France Pibernik y France Drolc, Traducción y epilogo Juan Octavio Paz; Kranj - Municipio de Kranj; Celovec, Ljubljana, Dunaj - Mohorjeva založba - Hermagoras, 2003.
Quedando a su dispocicion. Saludo cordial, Igor
Igor Šef
drugi sekretar
Veleposlaništvo Republike Slovenije v Buenos Airesu
Segundo Secretario. Embajada de la República de Eslovenia en Buenos Aires
Brindis
GRUPO D: Serbia – Ghana (nos falta) – Alemania – Australia
Serbia: Un castillo entre el cielo y la tierra – Jelena Rastovic
Había una vez un zar que tenía tres hijos y una hija. A ella la alimentaba en una jaula y la cuidaba como a sus propios ojos. Al crecer la joven, una tarde pidió a su padre que le permitiera salir con sus hermanos a pasear un poco frente al palacio, y el padre accedió. Pero, apenas salieron, en un instante bajó volando del cielo un dragón, agarró a la joven en medio de los hermanos y se la llevó entre las nubes. Los hermanos corrieron con el padre, le contaron lo ocurrido y le dijeron que ellos irían con gusto a buscarla. El padre les dio permiso para hacerlo y le dio a cada uno un caballo y lo necesario para el viaje. Así fue como partieron a buscar a su hermana.
Después de un prolongado viaje, vieron un castillo que no estaba ni en el cielo ni en la tierra. Al llegar ahí pensaron que, tal vez, en ese castillo estaría su hermana y comenzaron a ponerse de acuerdo acerca de cómo subir. Después de pensar y tratar el asunto dilatadamente, acordaron que uno de ellos sacrificara a su caballo y que harían con la piel una correa. Entonces decidieron amarrar un extremo de la correa a la flecha y lanzarla con el arco desde abajo, para que se sujetara bien al castillo y se pudiera subir por ella. Los dos hermanos menores le dijeron al mayor que él sacrificara a su caballo, pero no quiso; tampoco quiso el mediano. Fue el hermano menor quien sacrificó al suyo; con la piel del caballo hizo una correa, amarró un extremo a la flecha y la disparó hacia el castillo. Cuando tuvieron que subir por la correa, el hermano mayor y el mediano se rehusaron otra vez a hacerlo, así que subió el menor.
Una vez arriba, el muchacho comenzó a caminar de una habitación a otra y así encontró un cuarto en el cual vio sentada a su hermana; el dragón dormía con la cabeza en el regazo de la joven, mientras ella lo espulgaba. Al ver a su hermano, ella se asustó y comenzó a suplicarle en voz baja que huyera antes de que se despertara el dragón, pero él no quiso: tomó una maza, la alzó y le dio al dragón en la cabeza; el dragón, somnoliento, tocó con la mano el lugar donde el joven le había pegado y le dijo a la muchacha: “Exactamente aquí, algo me picó.” Cuando dijo esto, el hijo del zar le dio una vez más en la cabeza, y el dragón de nuevo le dijo a la joven: “Otra vez, algo me picó.” Cuando quiso pegarle por tercera vez, su hermana le mostró dónde estaba la vida del dragón y, en cuanto lo golpeó ahí, el dragón quedó muerto al instante.
En ese momento, la hija del zar quitó de su regazo el cadáver del dragón, corrió con su hermano y los dos se besaron. Entonces, tomándolo de la mano, empezó a llevarlo por todas las habitaciones. Primero lo pasó a un cuarto donde estaba un caballo moro atado a un pesebre, todo con arreos de plata pura. Luego lo llevó a otro cuarto, en el cual, detrás del pesebre, estaba un caballo blanco con arreos de oro puro. Finalmente, lo llevó al tercer cuarto donde, detrás del pesebre, estaba un caballo bayo, con los arreos adornados de piedras preciosas. Después de pasar estos cuartos, la hermana lo llevó a otro, donde una muchacha estaba sentada junto a un bastidor de oro y bordaba con un hilo, también de oro. De este cuarto lo llevó a otro, donde una segunda muchacha hilaba hebras de oro. Finalmente, lo pasó a una habitación donde una tercera muchacha ensartaba perlas; frente a ella había una charola de oro, donde una gallina de oro con sus pollitos picoteaba las perlas.
Después de pasar y ver todo esto, la hermana volvió a aquel cuarto donde yacía muerto el dragón, lo sacó y lo tiró fuera del castillo; cuando lo vieron, a los hermanos casi les dio fiebre por la envidia. Enseguida, el hermano menor bajó primero a su hermana con los demás hermanos; luego, una tras otra, a las tres muchachas, a cada una con su trabajo; al ir bajando a las muchachas destinaba para quién iba a ser cada una de ellas y, cuando bajaba a la tercera, la que estaba con la gallina y sus pollitos, la eligió para sí. Los hermanos, envidiosos porque el hermano menor era el valiente y porque encontró y salvó a su hermana, cortaron la correa para que no pudiera bajar. A la sazón, encontraron en el campo a un pastorcito con sus ovejas, le cambiaron la ropa y lo llevaron con su padre como si fuera el hermano menor; amenazaron a su hermana y a las muchachas para que no dijeran a nadie lo que habían hecho.
Después de un tiempo, en el castillo del dragón, el hermano menor se enteró de que sus hermanos y aquel pastorcito se iban a casar con las muchachas. El mismo día del casamiento del hermano mayor, él montó el caballo moro y, cuando la procesión nupcial salía de la iglesia, llegó volando en medio de ellos, golpeó un poco con la maza al novio –su hermano mayor– en la espalda para que éste se cayera del caballo, y se fue volando otra vez, de vuelta al castillo donde ahora vivía. Cuando se enteró de que su hermano mediano se casaba, llegó volando en el caballo blanco en el momento en que la procesión nupcial salía de la iglesia y, de la misma manera, golpeó también al hermano mediano, quien se cayó al instante. Y otra vez se fue volando, alejándose de la procesión. Finalmente, al enterarse de que el pastorcito se casaba con la muchacha que él había elegido para sí mismo, montó el caballo bayo, llegó volando en medio de la procesión nupcial cuando salía de la iglesia y le pegó con la maza al novio, quien cayó muerto al instante. En ese momento, quienes formaban la procesión se le abalanzaron y lo atraparon; sin embargo, él no quiso huir, sino que se quedó entre ellos. Así se descubrió que él era el hijo menor del zar y no un pastorcito, que los hermanos lo abandonaron por envidia en el castillo donde había encontrado a su hermana y matado al dragón. Su hermana y las muchachas confirmaron todo esto. Cuando el zar escuchó la historia, se enojó con sus hijos mayores e inmediatamente los expulsó del reino; a su hijo menor lo casó con la doncella que éste había elegido y lo dejó reinar después de él.
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Alemania: Juan sin miedo – Hermanos Grimm
Érase una vez un matrimonio de leñadores que tenía dos hijos. Pedro, el mayor, era un chico muy miedoso. Cualquier ruido le sobresaltaba y las noches eran para él terroríficas. Juan, el pequeño, era todo lo contrario. No tenía miedo de nada. Por esa razón, la gente lo llamaba Juan sin miedo. Un día, Juan decidió salir de su casa en busca de aventuras. De nada sirvió que sus padres intentaran convencerlo de que no lo hiciera. Él quería conocer el miedo, saber qué se sentía.
Estuvo andando sin parar varios días sin que nada especial le sucediese. Llegó a un bosque y decidió cruzarlo. Bastante aburrido, se sentó a descansar un rato. De repente, una bruja de terrible aspecto, rodeada de humo maloliente y haciendo grandes aspavientos, apareció junto a él.
— ¿Qué hay, abuela? —saludó Juan con toda tranquilidad.
— ¡Desvergonzado! ¡Soy una bruja!
Pero Juan no se impresionó. La bruja intentó todo lo que sabía para asustar a aquel muchacho. Nada dio resultado. Así que se dio media vuelta y se fue de allí cabizbaja, pensando que era su primer fracaso como bruja.
Tras su descanso, Juan echó a andar de nuevo. En un claro del bosque encontró una casa. Llamó a la puerta y le abrió un espantoso ogro que, al ver al muchacho, comenzó a lanzar unas terribles carcajadas.
Juan no soportó que se riera de él. Se quitó el cinturón y empezó a darle unos terribles golpes hasta que el ogro le rogó que parase.
El muchacho pasó la noche en la casa del ogro. Por la mañana siguió su camino y llegó a una ciudad. En la plaza un pregonero leía un mensaje del rey:
—Y a quien se atreva a pasar tres noches seguidas en este castillo, el rey le concederá a la mano de la princesa.
Juan sin miedo se dirigió al palacio real, donde fue recibido por el soberano.
—Majestad, estoy dispuesto a ir a ese castillo —dijo el muchacho.
—Sin duda has de ser muy valiente —contestó el monarca. Pero creo que lo deberías pensar lo mejor.
—Está decidido —respondió Juan con gran seguridad.
Juan llegó al castillo. Llevaba años deshabitado. Había polvo y telarañas por todas partes. Como tenía frío, encendió una hoguera. Con el calor se quedó dormido.
Al rato, unos ruidos de cadenas lo despertaron. Al abrir los ojos, el muchacho vio ante él un fantasma. Juan, muy enfadado porque lo habían despertado, cogió un palo ardiendo y se lo tiró al fantasma. Éste, con su sábana en llamas, huyó de allí y el muchacho siguió durmiendo tan tranquilo.
Por la mañana, siguió recorriendo el castillo. Encontró una habitación con una cama y decidió pasar allí su segunda noche. Al poco rato de haberse acostado, oyó lo que parecían maullidos de gatos. Y ante él aparecieron tres grandes tigres que lo miraban con ojos amenazadores.
Juan cogió la barra de hierro y empezó a repartir golpes. Con cada golpe, los tigres se iban haciendo más pequeños. Tanto redujeron su tamaño que, al final, quedaron convertidos en unos juguetones gatitos a los que Juan estuvo acariciando.
Llegó la tercera noche y Juan se echó a dormir. Al cabo de unos minutos escuchó unos impresionantes rugidos. Un enorme león estaba a punto de atacarlo. El muchacho cogió la barra de hierro y empezó a golpear al pobre animal, quien empezó a decir con voz suplicante:
— ¡Basta!, ¡basta!, ¡no me des más! ¡Eres un bruto!, ¿no te das cuenta de que me vas a matar?
A la mañana siguiente, Juan sin miedo apareció el palacio real. El rey, que no daba crédito a sus ojos, le concedió la mano de su hija y, a los pocos días, se celebró la boda.
Juan estaba encantado con su esposa y se sentía muy feliz. La princesa también lo estaba, pero decidió que haría conocer el miedo a su marido. Una noche, mientras Juan dormía, ella cogió una jarra de agua fría y se la derramó encima. El pobre Juan creyó morir del susto. Temblaba de terror. Sus pelos estaban rizados y ¡conoció el miedo, por fin!
Juan, una vez recuperado, agradeció a su esposa el haberle hecho sentir miedo, algo que todo el mundo conoce.
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Australia: La muerte de Lumaluna - Leyenda
Lumaluma era una ballena que surgió del mar en forma de hombre en Cape Stewart, cerca de Milingimbi, en el centro de la región costera de Arnhem Land (Australia). Cuando estuvo en tierra firme, consiguió dos esposas y se dirigió hacia el oeste, llevándose con él importantes rituales religiosos llamados, mareiin, ubar y lorgun como dones para la humanidad.
Pero Lumaluna era glotón y abusó de su sagrada función: cada vez que veía comida deliciosa, como la dulce miel silvestre, o los deliciosos ñames, los declaraba mareniin (sagrados) y solo él podía comérselos.
Mientras tanto, iba enseñando los ritos haciendo sonar sus bastones al golpearlos entre sí: "¡Es bueno todo ello!"
Un día llegó a un lugar en donde se había levantado un campamento y él escuchaba a los hombres mientras talaban los árboles Al ver hogueras encendidas y comida preparada, corrió hacia ella declarando sagrada a la comida. Se comió todo, dejando solo unas migajas para los campamentistas.
Esto sucedió muchas veces hasta que comenzó a comerse hasta a los niños muertos... entonces se colmó la paciencia del pueblo de Arnhem Land y tomando sus lanzas le dieron muerte a él y a sus esposas.
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En esta oportunidad, los grupos C y D. Como les dijimos más arriba, no encontramos un cuento de Ghana (seguimos buscando). Atención con el de Eslovenia.
Esperamos que les gusten, talueeeeego…
GRUPO C: Inglaterra – Estados Unidos de Norteamérica – Argelia – Eslovenia
Inglaterra: El rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda - Donanfer
Hace muchos años, cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre sí, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther. La madre del niño murió al poco de nacer éste, y el padre se lo entregó al mago Merlín con el fin de que lo educara. El mago Merlín decidió llevar al pequeño al castillo de un noble, quien, además, tenía un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo, Merlín no descubrió sus orígenes.
Cada día Merlín explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y, como era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas fórmulas mágicas. Los años fueron pasando y el rey Uther murió sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merlín para encontrar al monarca sucesor. Merlín hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que decía: "Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, será rey de Inglaterra."
Los nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un milímetro. Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, habían ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar. Cuando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta de que había olvidado la espada de Kay en la posada. Salió corriendo a toda velocidad, pero cuando llegó allí, la puerta estaba cerrada. Arturo no sabía qué hacer. Sin espada, Kay no podría participar en el torneo. En su desesperación, miró alrededor y descubrió la espada Excalibur. Acercándose a la roca, tiró del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendió sobre él y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corrió hasta Kay y se la ofreció. Kay se extrañó al ver que no era su espada.
Arturo le explicó lo ocurrido. Kay vio la inscripción de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. Éste ordenó a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consiguió. Entonces Arturo tomó la empuñadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvió a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.
Todos admitieron que aquel muchachito sin ningún título conocido debía llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jurándole fidelidad. Merlín, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retiró a su morada.
Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merlín proclamó que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey legítimo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merlín. Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo creó la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se casó con la princesa Ginebra, a lo que siguieron años de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra como para Arturo. "Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merlín a Arturo-. Continúa siendo un rey justo y el futuro hablará de ti."
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Estados Unidos de Norteamérica: Por correo – O. Henry
No era ni la estación ni la hora en que el parque se hallaba frecuentado; era muy posible que la joven que estaba sentada en uno de los bancos, al lado del camino, hubiera obedecido simplemente a un súbito impulso de sentarse un rato y gozar de antemano la llegada de la primavera.
Descansaba allí, pensativa y quieta. Cierta melancolía, que rozaba su semblante, debía ser de fecha reciente, pues aún no había alterado los finos y juveniles contornos de sus mejillas, ni dominado el arco picaresco, aunque resoluto, de sus labios.
Cerca de donde estaba sentada, apareció un joven que avanzó por el camino. Detrás de él marchaba un muchacho llevando una valija. Al ver a la joven, el rostro del hombre enrojeció, palideciendo luego. Mientras se acercaba, observó la cara de la muchacha con la ansiedad y la esperanza mezcladas en su expresión. Pasó a pocos metros, mas ella no dio muestra alguna de percatarse de su presencia o enterarse de su existencia.
A unos cuarenta y cinco metros, se detuvo de súbito y se sentó en un banco, a un costado. El muchacho dejó la valija y le clavó la mirada con sorprendidos ojos. El joven sacó el pañuelo y se secó la frente. Era un buen pañuelo, su dueño tenía un excelente aspecto. Luego, le dijo al muchacho:
-Deseo que le transmitas un mensaje a esa joven que está sentada en el banco. Exprésale que voy camino a la estación para marchar a San Francisco, donde me uniré a la expedición de caza en Alaska. Dile que, puesto que me ha ordenado que ni le hable ni le escriba, recurro a este medio de hacer un último llamado a su sentido de justicia, en aras de lo que ha sido. Que condenar y rechazar a una persona que no merece tal tratamiento, sin darle sus razones o brindarle la oportunidad de que se explique, es contrario a la naturaleza de ella, según yo la juzgo. Que, hasta cierto punto, he desobedecido así sus órdenes, esperando que pudiera inclinarse a hacer justicia. Ve y dile eso.
El joven deslizó medio dólar en la mano del muchacho. Este lo miró durante un momento con brillantes y sagaces ojos, desde su sucia e inteligente cara, y luego marchó a la carrera. Se aproximó, con cierta duda a la muchacha que estaba sentada en el banco. Se tocó la parte de atrás de la vieja gorra a cuadros. La muchacha lo miró con frialdad, sin prejuicio ni favor.
-Señora -dijo-, ese caballero que está en el otro banco le envía a usted una canción y una danza por mi intermedio. Si usted no conoce al tipo y él está tratando de hacerse el fresco, dígamelo, y llamaré a un vigilante en tres minutos. Si realmente lo conoce usted, y es correcto, le transmitiré la sarta de cosas que le manda decir.
La muchacha mostró cierto interés.
-¡Una canción y una danza! -exclamó la joven con un tono decidido y dulce, que parecía envolver sus palabras en un diáfano manto de impalpable ironía-. Supongo que se trata de una nueva idea dentro de la especialidad de los trovadores. Yo... conocía al caballero que lo envió a usted, de manera que apenas me parece necesario llamar a la policía. Puede usted ejecutar su danza y su canción, pero sin elevar mucho la voz. Es demasiado pronto para realizar espectáculos de vodevil al aire libre, por lo cual podríamos llamar la atención de la gente.
-Ah -dijo el muchacho con un encogimiento de hombros-, usted sabe a qué me refiero, señora. No es un acto de vodevil; es un secreto. Me dijo que le dijera a usted que tiene los cuellos y los puños de las camisas en la mano, listos para disparar a Prisco37. Luego va a cazar pinzones de las nieves del Klondike. Dice que usted le dijo que no le enviara más esquelas rosadas, ni se acercara al portón del jardín, y él emplea este medio de enterarla. Dice que usted se refería a él como a algo pasado, sin haberle dado derecho al pataleo. Dice que usted le dio el olivo y nunca le dijo por qué.
El interés ligeramente despertado en la muchacha y reflejado en sus ojos, no disminuía. Quizá lo había suscitado la originalidad o la audacia del cazador de pinzones de las nieves para enredar en esa forma las expresas órdenes de ella contra el empleo de los medios ordinarios de comunicación. Fijó los ojos en una estatua parada, desolada, en el descuidado parque, y le habló al transmisor:
-Dígale al caballero que no necesito repetirle la descripción de mis ideales. Él sabe cuáles fueron y cuáles son todavía. En lo que concierne a ellos en este caso, la lealtad y la verdad absolutas son de primerísima importancia. Dígale que he estudiado mi propio corazón tan bien como a uno mismo le es posible hacerlo y conozco sus debilidades, así como sus necesidades. Por eso decliné prestar atención a sus ruegos, sea cuales fueren. No lo condeno por oídas o pruebas dudosas, y es por eso que no formulo cargos. Pero, puesto que insiste en oír lo que conoce muy bien, puede usted transmitirle la cuestión.
“Dígale que esa noche entré en el conservatorio por la puerta trasera, con el objeto de cortar una rosa para mi madre. Que los vi a él y a la señorita Ashburton debajo de la rosa adelfa. El cuadro vivo era lindo, pero la pose y la yuxtaposición demasiado elocuentes y evidentes para requerir explicación. Abandoné el conservatorio y, al mismo tiempo, la rosa y mi idea. Puede usted llevarle esa canción y esa danza a su empresario”.
-Tengo reparo en cuanto a una palabra, señora. Yux... yux... explíquemela, ¿quiere?
-Yuxtaposición, o puede usted decir también proximidad o, si le agrada, estando demasiado cerca para que una conserve la posición de un ideal.
Las piedras giraban debajo de los pies del muchacho, que se paró al lado del otro banco. Los ojos del hombre lo interrogaban sediento. Los del muchacho brillaban con el celo impersonal del traductor.
-La señora dice que sostiene que las muchachas son presa fácil cuando los tipos cuentan historias de fantasmas y tratan de fingir, y que por eso no atenderá charlas falsas. Dice que lo sorprendió a usted abrazando a una muchacha en un invernáculo. Ella se estiró para cortar unas flores y usted estaba abrazando a la otra muchacha en gran forma. Dijo que el cuadro tenía lindo aspecto, perfecto, perfecto, pero la puso furiosa. Dice que es mejor que usted se ocupe en ir a tomar el tren.
El joven emitió un largo silbido y sus ojos chispearon con una súbita idea. Sus manos se hundieron en el bolsillo interno de su saco, del que extrajo un manojo de cartas. Eligió una, que le entregó al muchacho, seguida de un dólar que sacó del bolsillo del chaleco.
-Entrégale esta carta a la señorita -dijo- y pídele que la lea. Dile que ella explicará la situación. Dile que, si hubiera mezclado un poco de confianza en su concepción del ideal, se habría evitado muchos dolores de cabeza. Que la lealtad que ella tanto estima nunca ha vacilado. Que espero una contestación.
El mensajero se presentó frente a la muchacha.
-El caballero dice que se lo ha cargado sin motivo. Dice que no es un holgazán y, señora, lea usted la carta y le aseguro que es un buen tipo.
La joven desdobló el papel con cierta duda y lo leyó.
"Estimado doctor Arnold:
Le estoy muy agradecido por su bondadosa y oportuna ayuda prestada a mi hija, el viernes por la noche, cuando ella fue presa de un ataque de su vieja afección al corazón en el conservatorio, en la recepción de la señora Waldron. Si usted no hubiera estado cerca para sostenerla mientras caía y para prestarle la atención requerida, podríamos haberla perdido. Me sentiría contento si nos visitara y emprendiese el tratamiento de su caso.
Agradecidamente suyo,
Robert Ashburton"
La joven dobló la carta y se la entregó al muchacho.
-El caballero desea una contestación -dijo el mensajero- ¿Qué le digo?
Los ojos de la muchacha relampaguearon rápidamente, brillantes, sonrientes y húmedos.
-Dígale al tipo que está sentado en ese banco -dijo con una risa feliz y trémula- que esta muchacha lo ama.
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Argelia: Thuja, el sabio y el asno - Anónimo
En tiempos remotos vivía un chico llamado Thuja. Era un joven que se preocupaba mucho de lo que se decía y de lo que los demás pensaban de él, por eso hacia mucho caso a los cotilleos. Un día su mujer Loundja, harta de él, fue a pedir consejo al sabio del país, y el propio Thuja le acompañó.
LOUNDJA: Mi marido se preocupa mucho de los cotilleos, se siente espiado por todas partes, y siente que todas las miradas le están vigilando. Ya no podemos vivir así, por eso le pido consejo gran sabio.
SABIO: Hijo mío, tienes que ignorar los cotilleos, a veces son palabras tan peligrosas que, si las escuchas, te pueden arruinar la vida, no harás nada en tu vida si continuas así, ven conmigo.
El Sabio montó en su asno acompañado de Tjuha, que era joven y muy Delgado y de escasa estatura. Al caminar unos metros se encontraron con tres campesinos que les saludaron. Pero Thuja tenia el oído tan fino que oyó el comentario de los campesinos: ¿Has visto ese viejo?, es fuerte como una montaña, y sin embargo viaja montado en el asno, en vez de su compañero , que es tan flaco que esta a punto de caerse muerto de cansancio.
El sabio sonrió, bajó del asno y pidió a Thuja que lo montara. Caminaron unos metros y encontraron a unos vendedores que murmuraron, ¿habéis visto este chico?, ¡no tienes vergüenza dejando que una persona mayor vaya caminando y tú montado en el burro!
El sabio volvió a sonreír y montó en el asno. Esta vez iban los dos encima del asno, y se encontraron con unos pastores que al verlos gritaron "Mirad, a esos dos monstruos, van a matar al asno, han olvidado que los asnos son seres vivos que tenemos que cuidar!
Sin quitar la sonrisa de su rostro, el sabio bajó del asno y pidió a Yhuja que bajará él también, siguieron caminando, Encontraron a unos campesinos que se pusieron a reír a carcajadas: Que tontos estos dos, prefieren ir caminado en vez de montar al asno!
El sabio miró a Thuja esperando una reacción de su parte y éste le dijo: Efectivamente, hacer caso de lo que se dice, y a lo que prefiere la gente, te hace sembrar la ruina.
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Eslovenia: Brindis
Sr. Adrián Rivadeneira: Le mando el escaneado de un poema titulado Zdavljica (Brindis en castellano). Este poema es de suma importancia para nuestro pueblo, ya que la séptima estrofa es nuestro himno nacional. Zdravljica fue escrita por poeta más importante de Eslovenia - France Prešeren.
Es importante conservar la forma de las estrofas (tiene forma de una copa).
En caso de que el poema se publique en su página web les pido referirse tambien al libro de origen: Colección - Prešeren en el mundo, Volumen 8, Cantos / France Prešeren; Selección y redacción France Pibernik y France Drolc, Traducción y epilogo Juan Octavio Paz; Kranj - Municipio de Kranj; Celovec, Ljubljana, Dunaj - Mohorjeva založba - Hermagoras, 2003.
Quedando a su dispocicion. Saludo cordial, Igor
Igor Šef
drugi sekretar
Veleposlaništvo Republike Slovenije v Buenos Airesu
Segundo Secretario. Embajada de la República de Eslovenia en Buenos Aires
Brindis
La vendimia, amigos
para animar nuestras venas
nos trae un dulce vino
que pecho y ojos alegra
que apaga
las penas
y enciende la esperanza.
¿Por quién levantaremos
nuestras copas por primero?
Salve Dios nuestro suelo
y a todo el mundo esloveno
hermanos
que somos
de ilustre madre retoños.
Que un trueno de las nubes
estremezca al enemigo;
la libertad fulgure
para el pueblo esloveno,
sus manos
los lazos
aniquilen del tirano.
Que felicidad haya
y unidos siempre vivamos,
todos, hijos de Eslavia,
estrechemos nuestras manos,
poder
y prez
tengamos como una vez.
Dios cuide a nuestras mozas,
bellas y preciosas flores,
ninguna tan hermosa
como las de nuestra sangre,
benditos,
sus hijos
arredren al enemigo.
A vuestro honor se brinda,
jóvenes, nuestra esperanza,
ningún veneno extinga
vuestro alto amor por la patria
nosotros
vosotros
después, la defenderemos.
Vivan todos los pueblos
que ver el día anhelan,
brille do brillare el sol,
que ponga fin a las guerras,
sean libres
los hombres,
con el prójimo apacibles.
Como final, amigos,
levantemos nuestras copas
por los aquí reunidos,
nobles y honestas personas;
que dios
supremo
dé larga vida a los buenos.
- - - - - - - - - - - - - -para animar nuestras venas
nos trae un dulce vino
que pecho y ojos alegra
que apaga
las penas
y enciende la esperanza.
¿Por quién levantaremos
nuestras copas por primero?
Salve Dios nuestro suelo
y a todo el mundo esloveno
hermanos
que somos
de ilustre madre retoños.
Que un trueno de las nubes
estremezca al enemigo;
la libertad fulgure
para el pueblo esloveno,
sus manos
los lazos
aniquilen del tirano.
Que felicidad haya
y unidos siempre vivamos,
todos, hijos de Eslavia,
estrechemos nuestras manos,
poder
y prez
tengamos como una vez.
Dios cuide a nuestras mozas,
bellas y preciosas flores,
ninguna tan hermosa
como las de nuestra sangre,
benditos,
sus hijos
arredren al enemigo.
A vuestro honor se brinda,
jóvenes, nuestra esperanza,
ningún veneno extinga
vuestro alto amor por la patria
nosotros
vosotros
después, la defenderemos.
Vivan todos los pueblos
que ver el día anhelan,
brille do brillare el sol,
que ponga fin a las guerras,
sean libres
los hombres,
con el prójimo apacibles.
Como final, amigos,
levantemos nuestras copas
por los aquí reunidos,
nobles y honestas personas;
que dios
supremo
dé larga vida a los buenos.
GRUPO D: Serbia – Ghana (nos falta) – Alemania – Australia
Serbia: Un castillo entre el cielo y la tierra – Jelena Rastovic
Había una vez un zar que tenía tres hijos y una hija. A ella la alimentaba en una jaula y la cuidaba como a sus propios ojos. Al crecer la joven, una tarde pidió a su padre que le permitiera salir con sus hermanos a pasear un poco frente al palacio, y el padre accedió. Pero, apenas salieron, en un instante bajó volando del cielo un dragón, agarró a la joven en medio de los hermanos y se la llevó entre las nubes. Los hermanos corrieron con el padre, le contaron lo ocurrido y le dijeron que ellos irían con gusto a buscarla. El padre les dio permiso para hacerlo y le dio a cada uno un caballo y lo necesario para el viaje. Así fue como partieron a buscar a su hermana.
Después de un prolongado viaje, vieron un castillo que no estaba ni en el cielo ni en la tierra. Al llegar ahí pensaron que, tal vez, en ese castillo estaría su hermana y comenzaron a ponerse de acuerdo acerca de cómo subir. Después de pensar y tratar el asunto dilatadamente, acordaron que uno de ellos sacrificara a su caballo y que harían con la piel una correa. Entonces decidieron amarrar un extremo de la correa a la flecha y lanzarla con el arco desde abajo, para que se sujetara bien al castillo y se pudiera subir por ella. Los dos hermanos menores le dijeron al mayor que él sacrificara a su caballo, pero no quiso; tampoco quiso el mediano. Fue el hermano menor quien sacrificó al suyo; con la piel del caballo hizo una correa, amarró un extremo a la flecha y la disparó hacia el castillo. Cuando tuvieron que subir por la correa, el hermano mayor y el mediano se rehusaron otra vez a hacerlo, así que subió el menor.
Una vez arriba, el muchacho comenzó a caminar de una habitación a otra y así encontró un cuarto en el cual vio sentada a su hermana; el dragón dormía con la cabeza en el regazo de la joven, mientras ella lo espulgaba. Al ver a su hermano, ella se asustó y comenzó a suplicarle en voz baja que huyera antes de que se despertara el dragón, pero él no quiso: tomó una maza, la alzó y le dio al dragón en la cabeza; el dragón, somnoliento, tocó con la mano el lugar donde el joven le había pegado y le dijo a la muchacha: “Exactamente aquí, algo me picó.” Cuando dijo esto, el hijo del zar le dio una vez más en la cabeza, y el dragón de nuevo le dijo a la joven: “Otra vez, algo me picó.” Cuando quiso pegarle por tercera vez, su hermana le mostró dónde estaba la vida del dragón y, en cuanto lo golpeó ahí, el dragón quedó muerto al instante.
En ese momento, la hija del zar quitó de su regazo el cadáver del dragón, corrió con su hermano y los dos se besaron. Entonces, tomándolo de la mano, empezó a llevarlo por todas las habitaciones. Primero lo pasó a un cuarto donde estaba un caballo moro atado a un pesebre, todo con arreos de plata pura. Luego lo llevó a otro cuarto, en el cual, detrás del pesebre, estaba un caballo blanco con arreos de oro puro. Finalmente, lo llevó al tercer cuarto donde, detrás del pesebre, estaba un caballo bayo, con los arreos adornados de piedras preciosas. Después de pasar estos cuartos, la hermana lo llevó a otro, donde una muchacha estaba sentada junto a un bastidor de oro y bordaba con un hilo, también de oro. De este cuarto lo llevó a otro, donde una segunda muchacha hilaba hebras de oro. Finalmente, lo pasó a una habitación donde una tercera muchacha ensartaba perlas; frente a ella había una charola de oro, donde una gallina de oro con sus pollitos picoteaba las perlas.
Después de pasar y ver todo esto, la hermana volvió a aquel cuarto donde yacía muerto el dragón, lo sacó y lo tiró fuera del castillo; cuando lo vieron, a los hermanos casi les dio fiebre por la envidia. Enseguida, el hermano menor bajó primero a su hermana con los demás hermanos; luego, una tras otra, a las tres muchachas, a cada una con su trabajo; al ir bajando a las muchachas destinaba para quién iba a ser cada una de ellas y, cuando bajaba a la tercera, la que estaba con la gallina y sus pollitos, la eligió para sí. Los hermanos, envidiosos porque el hermano menor era el valiente y porque encontró y salvó a su hermana, cortaron la correa para que no pudiera bajar. A la sazón, encontraron en el campo a un pastorcito con sus ovejas, le cambiaron la ropa y lo llevaron con su padre como si fuera el hermano menor; amenazaron a su hermana y a las muchachas para que no dijeran a nadie lo que habían hecho.
Después de un tiempo, en el castillo del dragón, el hermano menor se enteró de que sus hermanos y aquel pastorcito se iban a casar con las muchachas. El mismo día del casamiento del hermano mayor, él montó el caballo moro y, cuando la procesión nupcial salía de la iglesia, llegó volando en medio de ellos, golpeó un poco con la maza al novio –su hermano mayor– en la espalda para que éste se cayera del caballo, y se fue volando otra vez, de vuelta al castillo donde ahora vivía. Cuando se enteró de que su hermano mediano se casaba, llegó volando en el caballo blanco en el momento en que la procesión nupcial salía de la iglesia y, de la misma manera, golpeó también al hermano mediano, quien se cayó al instante. Y otra vez se fue volando, alejándose de la procesión. Finalmente, al enterarse de que el pastorcito se casaba con la muchacha que él había elegido para sí mismo, montó el caballo bayo, llegó volando en medio de la procesión nupcial cuando salía de la iglesia y le pegó con la maza al novio, quien cayó muerto al instante. En ese momento, quienes formaban la procesión se le abalanzaron y lo atraparon; sin embargo, él no quiso huir, sino que se quedó entre ellos. Así se descubrió que él era el hijo menor del zar y no un pastorcito, que los hermanos lo abandonaron por envidia en el castillo donde había encontrado a su hermana y matado al dragón. Su hermana y las muchachas confirmaron todo esto. Cuando el zar escuchó la historia, se enojó con sus hijos mayores e inmediatamente los expulsó del reino; a su hijo menor lo casó con la doncella que éste había elegido y lo dejó reinar después de él.
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Alemania: Juan sin miedo – Hermanos Grimm
Érase una vez un matrimonio de leñadores que tenía dos hijos. Pedro, el mayor, era un chico muy miedoso. Cualquier ruido le sobresaltaba y las noches eran para él terroríficas. Juan, el pequeño, era todo lo contrario. No tenía miedo de nada. Por esa razón, la gente lo llamaba Juan sin miedo. Un día, Juan decidió salir de su casa en busca de aventuras. De nada sirvió que sus padres intentaran convencerlo de que no lo hiciera. Él quería conocer el miedo, saber qué se sentía.
Estuvo andando sin parar varios días sin que nada especial le sucediese. Llegó a un bosque y decidió cruzarlo. Bastante aburrido, se sentó a descansar un rato. De repente, una bruja de terrible aspecto, rodeada de humo maloliente y haciendo grandes aspavientos, apareció junto a él.
— ¿Qué hay, abuela? —saludó Juan con toda tranquilidad.
— ¡Desvergonzado! ¡Soy una bruja!
Pero Juan no se impresionó. La bruja intentó todo lo que sabía para asustar a aquel muchacho. Nada dio resultado. Así que se dio media vuelta y se fue de allí cabizbaja, pensando que era su primer fracaso como bruja.
Tras su descanso, Juan echó a andar de nuevo. En un claro del bosque encontró una casa. Llamó a la puerta y le abrió un espantoso ogro que, al ver al muchacho, comenzó a lanzar unas terribles carcajadas.
Juan no soportó que se riera de él. Se quitó el cinturón y empezó a darle unos terribles golpes hasta que el ogro le rogó que parase.
El muchacho pasó la noche en la casa del ogro. Por la mañana siguió su camino y llegó a una ciudad. En la plaza un pregonero leía un mensaje del rey:
—Y a quien se atreva a pasar tres noches seguidas en este castillo, el rey le concederá a la mano de la princesa.
Juan sin miedo se dirigió al palacio real, donde fue recibido por el soberano.
—Majestad, estoy dispuesto a ir a ese castillo —dijo el muchacho.
—Sin duda has de ser muy valiente —contestó el monarca. Pero creo que lo deberías pensar lo mejor.
—Está decidido —respondió Juan con gran seguridad.
Juan llegó al castillo. Llevaba años deshabitado. Había polvo y telarañas por todas partes. Como tenía frío, encendió una hoguera. Con el calor se quedó dormido.
Al rato, unos ruidos de cadenas lo despertaron. Al abrir los ojos, el muchacho vio ante él un fantasma. Juan, muy enfadado porque lo habían despertado, cogió un palo ardiendo y se lo tiró al fantasma. Éste, con su sábana en llamas, huyó de allí y el muchacho siguió durmiendo tan tranquilo.
Por la mañana, siguió recorriendo el castillo. Encontró una habitación con una cama y decidió pasar allí su segunda noche. Al poco rato de haberse acostado, oyó lo que parecían maullidos de gatos. Y ante él aparecieron tres grandes tigres que lo miraban con ojos amenazadores.
Juan cogió la barra de hierro y empezó a repartir golpes. Con cada golpe, los tigres se iban haciendo más pequeños. Tanto redujeron su tamaño que, al final, quedaron convertidos en unos juguetones gatitos a los que Juan estuvo acariciando.
Llegó la tercera noche y Juan se echó a dormir. Al cabo de unos minutos escuchó unos impresionantes rugidos. Un enorme león estaba a punto de atacarlo. El muchacho cogió la barra de hierro y empezó a golpear al pobre animal, quien empezó a decir con voz suplicante:
— ¡Basta!, ¡basta!, ¡no me des más! ¡Eres un bruto!, ¿no te das cuenta de que me vas a matar?
A la mañana siguiente, Juan sin miedo apareció el palacio real. El rey, que no daba crédito a sus ojos, le concedió la mano de su hija y, a los pocos días, se celebró la boda.
Juan estaba encantado con su esposa y se sentía muy feliz. La princesa también lo estaba, pero decidió que haría conocer el miedo a su marido. Una noche, mientras Juan dormía, ella cogió una jarra de agua fría y se la derramó encima. El pobre Juan creyó morir del susto. Temblaba de terror. Sus pelos estaban rizados y ¡conoció el miedo, por fin!
Juan, una vez recuperado, agradeció a su esposa el haberle hecho sentir miedo, algo que todo el mundo conoce.
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Australia: La muerte de Lumaluna - Leyenda
Lumaluma era una ballena que surgió del mar en forma de hombre en Cape Stewart, cerca de Milingimbi, en el centro de la región costera de Arnhem Land (Australia). Cuando estuvo en tierra firme, consiguió dos esposas y se dirigió hacia el oeste, llevándose con él importantes rituales religiosos llamados, mareiin, ubar y lorgun como dones para la humanidad.
Pero Lumaluna era glotón y abusó de su sagrada función: cada vez que veía comida deliciosa, como la dulce miel silvestre, o los deliciosos ñames, los declaraba mareniin (sagrados) y solo él podía comérselos.
Mientras tanto, iba enseñando los ritos haciendo sonar sus bastones al golpearlos entre sí: "¡Es bueno todo ello!"
Un día llegó a un lugar en donde se había levantado un campamento y él escuchaba a los hombres mientras talaban los árboles Al ver hogueras encendidas y comida preparada, corrió hacia ella declarando sagrada a la comida. Se comió todo, dejando solo unas migajas para los campamentistas.
Esto sucedió muchas veces hasta que comenzó a comerse hasta a los niños muertos... entonces se colmó la paciencia del pueblo de Arnhem Land y tomando sus lanzas le dieron muerte a él y a sus esposas.
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